La comunidad de vecinos más rarita de los tebeos salió de la fecunda imaginación del dibujante Francisco Ibáñez (Barcelona, 1936) y tenía nombre francés pese a ser típicamente carpetovetónica.

Desde la portera con toquilla, moño y escoba en ristre hasta el gato siempre durmiendo, todo estaba al revés en esta casa que ahora se ha convertido en un juguete tridemensional de casi medio metro de altura publicado por Ediciones B.

El ratón siempre ganaba al gato en el tejado; el sastre siempre hacía trajes con defectos; al ladrón le solían timar; el veterinario no sabía nada de los animales; una vieja solterona de la que se reían los gatos y unos niños con bromas macabras. Además, había un vecino asediado por los acreedores y un tendero con productos de dudosa calidad.

Entre 1961 a 1981, esta comunidad de seres extravagantes ocupó la contraportada de la publicación infantil TíoVivo , e hizo reír a carcajadas a varias generaciones. Es lo que ahora pretenden que se repita el autor y los editores con este desplegable.

"A ver si quitamos a los niños esa costumbre que tienen de estar todo el día tocando botoncitos, con videojuegos y consolas", comenta Ibáñez, que sabe de qué habla porque tiene nietos. El dibujante sabe también de la función educativa de su trabajo y espera que este juguete en 3D sea la antesala de la lectura. "El cómic es el primer paso para que los niños se acostumbren a esos bichitos negros que son las letras. Si ahora no les fuerza nadie, el día de mañana no leerán", afirma.