Si el próximo mes de octubre una llamada telefónica desde Estocolmo informa al escritor, viajero y poeta holandés Cees Nooteboom que ha obtenido el Nobel --el primero para la minoritaria lengua neerlandesa-- posiblemente sería una conmoción para él. "No podría decir que no, sería arrogante". Y ya más cerca de la idea, decide: "Creo que me echaré a llorar". Demasiados años en las quinielas. "Mi amigo Hugo Claus era el candidato eterno. Al final, harto del tema, respondió que quizá se lo darían por razones humanitarias".

Claus sufría alzhéimer, pero Nooteboom, que acaba de cumplir 80 años, está en plena forma. Un prodigio. No deja de planear y cumplir nuevos viajes. De Valparaíso al cabo de Hornos o la Amazonia peruana. De vuelta de su habitual estancia veraniega en Menorca, donde tiene una bonita casa rústica con un jardín silencioso en la que se aísla para escribir, presentó ayer en Barcelona Universo Nooteboom (Candaya), un libro que reúne artículos de 30 autores sobre las distintas facetas del escritor. "Es fácil soportar las malas críticas, pero resulta difícil digerir los elogios", ironizó. Ahí están su amigo Rüdiger Safranski y un buen número de autores del ámbito hispánico como Juan Villoro, Jordi Carrión, Jesús Ferrero o Clara Janés. "Ahora me pregunto si he escrito más para el sur que para el norte de donde procedo". No en vano, uno de sus grandes libros de viajes, El desvío a Santiago , tiene querencia española.

Sus seis décadas como escritor coinciden con su vocación viajera que le hizo trasladarse en bicicleta --como buen holandés-- y en autoestop por ese sur de Europa que tanto ama. "Si la perplejidad fuera un oficio, Nooteboom sería el mayor profesional del gremio", asegura Villoro en el libro y el autor remacha: "Por supuesto que sigo manteniendo intacta la capacidad de sorpresa cuando viajo. No hacerlo es de turistas que solo se dedican a buscar los lugares comunes. Y uno de ellos es decir que el mundo se ha vuelto cada vez más pequeño. Pero no es verdad, sigue siendo muy grande".

Pese a su prosa sofisticada y elegante, no ejerce de intelectual. "No me gusta teorizar. Simplemente escribo mis libros y de vez en cuando me salen fragmentos ensayísticos o de pensamiento, pero no obedecen a un proyecto. Yo solo los escribo".

Tampoco tiene una teoría para su poesía, la que crea estrictamente como tal y la que anima su narrativa. "Odio la prosa poética pero la poesía es misteriosa. Juega con las palabras que aparecen en los periódicos y las trasciende. T.S. Eliot decía que había escrito poemas que no comprendía. Pero es así, no hay que intentar comprender la poesía, solo hay que dejar que entre en ti". Dice que es capaz de saber si un político lee poesía solo oyéndole hablar. ¿Algún ejemplo reseñable en España? "No, no he encontrado ninguno", señala burlón.