1997 fue el año de Titanic, pero también el de Men in black, que se convirtió en la tercera película más taquillera del año por detrás de la superproducción oscarizada de James Cameron y de El mundo perdido: Jurassic Park, de Steven Spielberg. Mucho más modesta que sus competidoras a nivel de presupuesto, aunque con unos efectos especiales resultones, recaudó casi 600 millones de dólares en todo el mundo desde su estreno veraniego.

No resulta complicado adivinar cuáles fueron las razones de su éxito. Se encargó de reactualizar el esquema de las buddy movies de los 90 a golpe de desparpajo e inventiva, supo cómo sacarle partido a la ciencia ficción lúdica tomando como punto de partida los cómics de Lowell Cummingham y Sandy Carruthers en los que una organización llamada Los Hombres de Negro se encargaba de mantener la paz intergaláctica en la Tierra y, para rematar, contó con Tommy Lee Jones y, por encima de todo, un Will Smith en su máximo momento de gloria,

Detrás del proyecto se encontraba la productora de Steven Spielberg, la Amblin Entertainment, que confió la dirección a Barry Sonnenfeld (La familia Addams) que fue capaz de impregnar de un aliento juguetón y desprejuiciado a una propuesta tan marciana y marchosa como las propias criaturas que la protagonizaban: Frank, el perro carlino que hablaba con voz resacosa, los gusanos fumadores y amantes del café y el humanoide al que le volvía a crecer la cabeza después de pegarle un tiro. En definitiva, toda una fauna extraterrestre variada y colorida que incluía a algunos aliens camuflados como Sylvester Stallone, Michael Jackson, Danny de Vito y el propio Spielberg, a los que se vigilaba a distancia desde unas pantallas.

La primera parte de Men in black generó una franquicia que ha ido sufriendo los vaivenes de la industria, las modas y las transformaciones vertiginosas a las que se han sometido los blockbusters en las últimas décadas. Cuando en el 2002 se estrenó la segunda parte, el producto había quedado obsoleto. Repitieron estrategia y aunque no igualaron en taquilla a su predecesora, los números cuadraron a pesar de que la calidad había caído en picado. La tercera entrega tardó diez años en llegar. Para la ocasión intentaron elaborar algo más el guion, con una trama de viajes en el tiempo y realidades paralelas, quizás porque, en aquella época, estaba de moda la serie Fringe. Al menos, se valoró el esfuerzo y la película se salvó del bochorno de la anterior.

Ahora, seis años más tarde de la última secuela y 22 de la película original, se estrena Men in black: International en un intento de acercar a las nuevas generaciones este clásico de humor y aventuras que para la ocasión se ha renovado incorporando nuevos rostros, el de Liam Neeson, Chris Hemsworth y por fin, una mujer, Tessa Thompson, después de que Linda Fiorentino abandonase la saga tras enfundarse fugazmente el traje negro en la primera entrega.

Con el ‘youtuber’ Rubius

Los nuevos hombres (y mujer) de negro tendrán que enfrentarse a una peligrosa especie que amenaza con destruir el planeta, como mandan los cánones, y al mismo tiempo, encontrar a un posible topo dentro de la organización. ¿La novedad? La acción no se circunscribe a la ciudad de Nueva York. París y la Torre Eiffel tendrán un protagonismo fundamental, así como Marrakech, Italia y Londres. También hay nuevas especies, como un alienígena diminuto llamado Peoncín llamado a convertirse en carne de merchandising, villanas de armas tomar, como la que interpreta Rebecca Fergunson y dos energéticos gemelos infernales que pelean a ritmo de street dance.

Y al frente de todo esto encontramos a otro nuevo fichaje, F. Gary Gray, que tras películas tan diversas como The italian job’ (2003), Straight Outta Compton (2015) o Fast & Furious 8, vuelve a demostrar su versatilidad aportando a la franquicia la posibilidad de abrirse a un público más juvenil e infantil. Que en la versión española aparezca el youtuber Rubius como una especie alienígena encubierta, aclara un poco la franja de edad a la que va destinada la película.