Ahora que Bob Dylan rinde cuentas con los tiempos en Rough and rowdy ways, otro gigante del singer-songwriting, Neil Young, nos lanza una señal desde el pasado, recordándonos de otro modo nuestras ataduras con el siglo XX. Homegrown, publicado este viernes, es el disco perdido que Young grabó entre 1974 y 1975, y su cancionero nos conduce a un territorio vulnerable, al punto de quiebra emocional de un creador que vivía uno de sus períodos creativos más despiertos.

El canadiense había alcanzado al gran público con Harvest (el álbum más vendido de 1972 en Estados Unidos), pero ni Time fades away (en directo, 1973) ni el destemplado On the beach (1974) cumplieron expectativas comerciales. Su sello, Reprise, le pidió una vuelta a las canciones acogedoras, campestres y bonitas, como Heart of gold, y a esa dirección apuntaba Homegrown, aunque bajo su superficie apacible corrieran los fantasmas.

Una noche en que Young mostró sus nuevas músicas a los colegas, entre nubes de cannabis, Rick Danko (The Band) le aconsejó que primara la publicación de otro cancionero, más agreste, que esperaba su turno, el de Tonight’s the night. Y así quedó Homegrown en el limbo del culto, si bien algunas de sus canciones verían la luz en diversos discos u otras voces. Love is the rose la haría suya Linda Ronstadt, en una versión más vivaz, en contraste con su espinosa letra: «El amor es una rosa / pero mejor no la recojas / solo crece cuando está en la vid».

De eso va en buena medida Homegrown, del poso de sinsabores que queda tras el fin de una relación, la de Young con la actriz Carrie Snodgress, y de la quiebra de una unidad familiar, con el que fue su primer hijo, Zeke. Quedaba atrás la vida con quien inspiró la sentida A man needs a maid (de Harvest) desde el tema que abre el álbum, el agridulce medio tiempo Separate ways.

LUGAR HIRIENTE / Young diría al cabo de los años que las canciones de Homegrown eran demasiado personales, y que escucharlas le trasladaba a un lugar hiriente. Puede entreverse esa intimidad punzante en el fondo de piezas como Try, donde la segunda voz de Emmylou Harris parece evocar a la misma Carrie. Trazos de melancolía que acompañan a White line (Robbie Robertson a la guitarra amiga) y que se cruzan con guiños al cáñamo en el tema titular y con miniaturas luminosas, un poco lisérgicas, como Mexico (pieza al piano que haría humedecer los ojos a Brian Wilson) o la solitaria Kansas.

Con todo ello, Homegrown luce al fin como obra compacta, fruto de un período de desconsuelo y pieza con la que completar el puzle del Neil Young clásico. Obra donde prima el tacto acústico y que su autor ve sin rodeos como el «eslabón perdido» entre Harvest, Comes a time (1978), Old ways (1985) y Harvest moon (1992).