Nació hace 10 años en Barcelona. Su nombre, Filmin. Su logo, un perrito dibujado a lápiz. Su capital social, 300.000 euros. Su despacho, 12 metros cuadrados. Su objetivo: que la gente pagara por ver películas en internet. En una época en la que piratear era lo normal, el ADSL iba a patadas y Netflix era un desconocido, los ilusos y cinéfilos fundadores de Filmin pusieron a disposición de los internautas un catálogo de 200 películas para ver on line. Pagando.

Filmin ya ha dejado de ser un bebé raro para convertirse en un chavalote sano de 10 años, una empresa de referencia que, por fin, ha logrado salir de los números rojos y ha demostrado que el cine e internet pueden ser amigos del alma. Filmin nació «a pulmón» engendrado por el propio mundo del cine. Juan Carlos Tous, fundador de Cameo (distribución de DVD), hablaba siempre de internet con sus compañeros y socios José Antonio de Luna y Jaume Ripoll. Viendo lo que estaba pasando en el mundo de la música, los tres lo tenían muy claro: «El futuro del cine será digital. La gente verá películas en streaming».

CONFIANZA DE LA INDUSTRIA / En el 2007, con kilos de ilusión y cero ayudas públicas, fundaron Filmin. Convencieron a los distribuidores de cine presentes en Cameo (Wanda, Tornasol, Golem, Alta Films y Continental) en dar el salto y también se sumaron Vértigo, Avalon y Versus. El mundo del cine tradicional se volcó en el mundo digital. «Sin la confianza de la industria española, hoy Filmin no existiría», asume Tous.

Filmin nació y nadie sabía muy bien qué hacía. Ni los bancos ni el Ministerio de Cultura. A lo largo de estos 10 intensos años, cada vez que a Tous le preguntaban «¿cómo vais?», él siempre decía lo mismo: «Estupendamente, cada vez perdemos menos dinero». Filmin -que siempre ha puesto el acento en el cine europeo e independiente- no da cifras de suscriptores y visionados. «Ninguna empresa de vídeo on demand lo hace. El día que ellos (en clara referencia a Netflix) lo hagan, nosotros también».

En el 2012, el cierre de Megaupload a cargo del FBI, supuso un pico de usuarios. A lo largo de este tiempo, la curva de clientes ha ido aumentando poco a poco. La crecida «brutal» llegó con el aterrizaje en España de Netflix (2015) y el resto de plataformas globales. «Muchos nos decían que estos gigantes serían nuestra tumba. Pero nosotros sabíamos que ocurriría al contrario, y así ha sido. Nos decían ‘¡que vienen los americanos!’ y nosotros contestábamos: ‘Sí, que vengan, pero que lo hagan ya’. Efectivamente, se ha demostrado que teníamos razón. Se ha producido un cambio de hábitos y el público se ha acostumbrado a pagar por el contenido digital. Filmin es un complemento perfecto para lo que ofrecen otros operadores globales, más centrados en el mainstream».

LA PIRATERÍA, UN COMPETIDOR / La piratería, la verdadera bestia negra del cine legal on line, parece que ya no está en plena ebullición. De hecho, en el 2016, por primera vez en 10 años, el consumo de contenidos ilegales de cultura, ocio y deporte en internet bajó en España, según los datos de la Coalición de Creadores. Lo hizo un 4% y el sector cultural lo achacó al aumento de la oferta legal y a las medidas restrictivas. «Siempre hemos pensado que no podemos pelear con la piratería como si fuera un enemigo, sino un competidor. Por eso nos planteamos qué sabíamos hacer mejor que ellos: el cine. Nosotros somos gente de cine y esa es nuestra arma», subraya Tous.

Tras experiencias un tanto desastrosas (por la parte tecnológica) como la de Tiro en la cabeza (se apostó por un estreno simultáneo en salas e internet), Filmin dio un paso de gigante en el 2010, cuando ganó un concurso de la UE para el desarrollo de plataformas de vídeo bajo demanda. Las ayudas europeas a la inversión tecnológica supusieron una inyección económica y moral para Filmin, que aumentó su catálogo a 2.000 películas y transformó su artesanal logo. El perrito a lápiz pasó a ser azul. En el 2015 volvió a cambiar: ahora el can mira a la cara de los internautas.

Desde que nació, Filmin tuvo claro que las redes sociales debían ser sus aliadas. También que el catálogo debería ser atractivo, igual que la búsqueda de películas. Si Netflix utiliza el big data para saberlo todo de sus suscriptores, Filmin goza de un «buscador emocional» en el que el usuario puede encontrar películas para reír, llorar, indignarse, inquietarse o, simplemente, pasar el rato. Con un catálogo de 10.000 títulos (7.000 películas y 3.000 capítulos de series), Filmin sigue luchando por crecer. Acaba de firmar un acuerdo con Vodafone y está en conversaciones con la Academia de Cine, el Gobierno y la Generalitat de Cataluña para zambullirse en el mundo de la educación.