La lista, solo aproximada, quita el hipo. Luis Buñuel, Luis García Berlanga, Marco Ferreri, Claude Sautet, Jean-Luc Godard, Alain Resnais, Costa-Gavras, Louis Malle, Agnes Vardà, Jacques Rivette, Ettore Scola, Manoel de Oliveira, Jacques Demy, Jean-Pierre Melville, Claude Chabrol, Liliana Cavani, Léos Carax, Nani Moretti... Con estos directores capitales del cine de autor europeo de las seis últimas décadas trabajó en más de una ocasión Michel Piccoli, fallecido a consecuencia de un accidente cerebral el pasado 12 de mayo, a los 94 años, aunque su familia no lo anunció públicamente hasta ayer.

Su historia es la del cine francés (y europeo en general) del último medio siglo: una filmografía cuidada, ambiciosa, inconformista y plural en la que pudo demostrar la ductilidad de sus registros. La inteligencia de su mirada resultaba siempre inquietante. Imponía y seducía a partes iguales.

Aunque debutó en 1945 y participó en títulos ilustres como French cancan de Jean Renoir, el encuentro con el Buñuel francés sería decisivo para su futura trayectoria. Hizo seis películas con el director aragonés, destacando Belle de jour, La vía láctea -donde encarnó al marqués de Sade- y El discreto encanto de la burguesía. Pero también intervino en Diario de una camarera, La muerte en este jardín y El fantasma de la libertad, siendo sin duda uno de los actores preferidos del director calandino.

Cómplice de Buñuel, se hizo también un hueco importante en la obra de Marco Ferreri, con quien tiene dos de sus grandes logros: La gran comilona, especial duelo entre Eros y Tánatos, entre el placer sexual y el gastronómico, y No tocar a la mujer blanca, un delirio sobre la batalla de Little Big Horn rodada en el solar parisino de Les Halles, en el que Piccoli encarnó a Búfalo Bill.

El encuentro con Luis García Berlanga fue en esta misma época, 1973, cuando el director rodó en Francia Tamaño natural, su censurada película sobre la relación entre un individuo solitario y una muñeca hinchable. Berlanga se despidió del cine en 1999 con París-Tombuctú, filme especial porque supuso su reencuentro con Piccoli.

Versatilidad

Fue galán cuando quiso, aunque no respondía al canon tradicional. Y personaje oscuro y siniestro cuando se lo propuso. Poseía un sarcasmo sutil. Todo ello le permitió trabajar incluso con Alfred Hitchcock en Topaz, su película de espionaje internacional. El desprecio, Las señoritas de Rochefort, Los raíles del crimen, La guerra he terminado, Las cosas de la vida, Max y los chatarreros, Salto en el vacio (por la que obtuvo el premio al mejor actor en el festival de Cannes), La bella mentirosa, Milou en mayo, Mala sangre, Belle toujours (continuación de Belle de jour a cargo de Oliveira, en la que repitió su personaje de la película buñueliana) y Habemus Papam (uno de sus últimos trabajos, sátira de la elección del nuevo pontífice) son filmes que demuestran por si solos (intervino en más de 200) su vigencia.

Cuesta ahora encontrar un actor de aquella edad de oro del cine europeo con una filmografía más coherente y lúcida que la de Piccoli.