En la plaza del Mercado de Jerez, los garbanzos estaban ayer a nueve céntimos. Y las lentejas, a cinco. Estamos en 1950, en plena posguerra española. Un chaval hace la mili en un juzgado militar gaditano donde se sigue condenando a civiles sin pruebas o por delitos falsos. En esas farsas judiciales, el chaval hace las veces de secretario. Le obligan a aparentar que escribe las sentencias. El teclea, pero no fallos judiciales sino cartas de amor a su novia. El chaval no es un personaje inventado. Existió de verdad. Su nombre era Enrique Crespo y es el padre de la guionista de Miel de naranjas , película de ficción basada en hechos reales con la que Imanol Uribe vuelve a ponerse detrás de las cámaras cuatro años después de La carta esférica .

El director quiere huir de la España gris de la posguerra. "Casi todas las películas de esa época son oscuras y siniestras", comentó ayer en un descanso del rodaje. A pesar de reflejar el régimen de Franco y de mostrar horrores, como los campos de concentración españoles, Miel de naranjas quiere ser un filme "luminoso" y, sobre todo, un thriller romántico y político. La película nace del deseo de la guionista Remedios Crespo de plasmar la historia de su padre. Un día, rebuscando en su casa natal, halló un relato en el que su progenitor detallaba las farsas judiciales de las que fue testigo en los años 50. Uribe ha contado con un presupuesto por encima de la media del cine español: cuatro millones de euros. Protagonizada por Iban Gárate y Blanca Suárez, en Miel de naranjas la política ocupa un lugar secundario y donde prima el amor y las aventuras.