Poco a poco, sin hacer ruido, el nombre del argentino Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956) se ha ido imponiendo como uno de los valores de la literatura argentina. Pero, cuidado, no se trata de un autor fácil. Su visión del mundo es sesgada y no hay lugar para las certidumbres en sus libros atmosféricos. Su última novela publicada en España, La experiencia dramática (Candaya), sigue los evanescentes encuentros de un hombre y una mujer como en una representación teatral. La literatura de Chejfec, que actualmente vive en Nueva York, es una rareza en la que merece la pena lanzarse sin prejuicios.

--¿Siente que en los últimos tiempos se está quitando la etiqueta de autor secreto?

--Sí, y es sorprendente porque ese efecto ha venido gracias a una editorial pequeña, la española Candaya. Hay muchos escritores españoles a quienes no les gusta mencionar libros que no se puedan conseguir y ahora me citan con tranquilidad.

--¿Ser un escritor para escritores es algo que le gusta?

--Yo creo que la literatura se escribe para que te lean los escritores. Eso puede sonar un poco sectario pero es que el lector real es sobre todo un fenómeno creado por la organización mercantil de la literatura. La literatura siempre procede de las lecturas que el escritor ha tenido.

¿Dónde queda el lector de a pie?

--Pues lo no sé. No sé realmente quién es. Uno escribe para una especie de biblioteca imaginaria compuesta por los libros que uno ama, por los autores por los que siente admiración y también para una comunidad a la que pertenece.

--¿Frente a esa comunidad se plantea un destino social?

--Dejémoslo en una preocupación. Mis novelas pueden ser consideradas políticas en un sentido amplio. A veces la literatura puede intervenir de forma difusa. Y a largo plazo, quizá en la sensibilidad de la gente.

--En La experiencia dramática un hombre y una mujer se pasean por una ciudad innominada. ¿Es Nueva York?

--Es una ciudad contemporánea que adopta aspectos de distintas ciudades: los barrios expropiados, los semáforos, las luminarias... Quería crear un escenario de cartón piedra. Pero esa sensación de irrealidad está dada por los hábitos de los personajes y sus conversaciones digresivas, como una navegación mental. Esa forma de sociabilidad es una forma de vida urbana.

--Internet ha hecho que la realidad virtual nos parezca casi más importante que la propia realidad. De eso, entre otras cosas, habla su novela.

--Los mapas digitales, los GPS, han introducidos cambios en nuestra forma de ver el mundo. La novela propone que el territorio físico se ha convertido en un correlato del mapa digital y no al revés.

--Es casi una idea de Borges.

--El era más literal. Sus mapas coinciden con el territorio físico. Lo de hoy es distinto, porque solo con el movimiento de un dedo en el cursor se puede visitar el Himalaya. Y el resultado es una experiencia difusa.

--Se le puede reprochar que a su literatura no le acompañan las anécdotas, eso puede dejar a algunos lectores fuera.

--Es una reacción que entiendo pero uno no puede estar pendiente de las reacciones. Considero que los libros que quieren ser amables con todo el mundo son los más flojos. Cuando escribo intento desestabilizar los gustos del lector.

--¿Qué hace cuando le piden que resuma sus novelas?

--Puedo hacerlo en dos líneas, pero eso no es mi novela. No muestra su ambigüedad. No da cuenta de la totalidad del libro. De hecho, la literatura tiene que ir en contra del sentido común.