Fue apropiado y premonitorio que los 153 intelectuales, escritores, periodistas y artistas que estamparon su firma en una carta publicada el martes en la web de la revista Harper’s la titularan diciendo que abordaba «la justicia y el debate abierto». En 532 palabras suscritas por quienes representan un amplio abanico ideológico, racial, de credo y de género se denunciaba lo que ven en Estados Unidos como un clima cada vez más intolerante en el que crece la «censura» y el «dogma» y la «certeza moral cegadora»; una «atmósfera opresiva» en la que se intensifica la «conformidad ideológica» y la amenaza de «represalias».

Cuestionaban, sin mencionar expresamente la expresión, la llamada «cultura de la cancelación», es decir aquella que promueve el boicot a la labor profesional, o a la plataforma donde trabajen aquellos que no se ajustan a la corrección política, y señalaban la responsabilidad de la izquierda, también sin citarla directamente. Y el breve texto, ya tan acaloradamente discutido en las redes y los medios que se le llama simplemente «la carta», y al que este viernes le llegó como réplica una misiva «más específica» en The Objective, ha demostrado el vigor y la candencia de los asuntos que plantea. También saca a la luz una brecha generacional y agita las ya convulsas aguas de los Estados Unidos de Donald Trump y de reactivadas protestas por la justicia racial y social.

Con otras palabras, pero como otros antes que ellos, firmantes diversos de la carta de Harper’s como Noam Chomsky, Steven Pinker, Gloria Steinem, Wynton Marsalis, Francis Fukuyama, Margaret Atwood, John Banville, Salman Rushdie, J.K. Rowling y el ensayista Thomas Chatterton Williams, que puso la iniciativa en marcha, alertan de que «el libre intercambio de información e ideas, la savia de una sociedad liberal, está cada día más constreñido». Y también defienden que «la forma de derrotar malas ideas es mediante exposición, argumento y persuasión, no intentando silenciarlas o deseando que desaparezcan».

No son los primeros que han visto con preocupación episodios recientes. Sin dar nombres pero haciendo los casos fácilmente identificables hablan de «editores despedidos por publicar piezas controvertidas [aunque el responsable de opinión de The New York Times claramente referido dimitió tras la revuelta en la redacción y de muchos lectores por publicar una columna de un senador republicano pidiendo enviar el ejército a las protestas tras la muerte de George Floyd), libros retirados por supuesta falta de autenticidad [apropiación cultural], periodistas a los que se les prohíbe escribir de ciertos temas, profesores investigados por citar trabajos de literatura en clase [leer un texto de James Baldwin en el que se mencionaba la palabra nigger despues de los alumnos le hubieran pedido que no lo hiciera], un investigador despedido por hacer circular un estudio académico y responsables de organizaciones expulsados por lo que a veces son torpes errores».

Aun así, la carta ha levantado ampollas. Buena parte ha tenido que ver con varias de las firmas que la rubrican, como la de J.K Rowling, recientemente envuelta en una polémica por declaraciones que algunos consideraron tránsfobas, o la de un académico sacudido por la controversia de haber evitado que una universidad contratara a un profesor crítico con Israel. Tras el huracán, un par de quienes la apoyaron han retirado sus firmas. Y en una columna en The Washington Post Phoebe Maltz Bovy, una de las firmantes, ha escrito que «el mensaje de la carta sigue siendo válido y como mínimo bastante urgente. Quizá necesitamos reconciliarnos y encontrar una forma de escuchar a los menos que óptimos mensajeros».

Mucha tormenta, no obstante, está relacionada con el contexto político y social en EEUU. Porque la carta se inicia aplaudiendo «poderosas protestas por la justicia racial y social que conducen a la petición de esperadas reforma de la policía junto a llamadas más amplias a la igualdad e inclusión en nuestra sociedad», pero asegura que, este momento de revisión, «se ha intensificado un nuevo conjunto de actitudes morales y compromisos políticos que tienden a debilitar nuestras normas de debate abierto y tolerancia frente a las diferencias».

INCENDIARIO TRUMP/ El texto, además, llegaba cuatro días después de que Trump pronunciara un incendiario discurso en el Monte Rushmore en el que, hablando de la «cultura de la cancelación» como arma política, dijo: «en nuestras escuelas, en nuestras redacciones, incluso en nuestros consejos de administración, hay un nuevo fascismo de nueva izquierda que exige fidelidad absoluta».

Y aunque los firmantes no ahorran críticas a Trump, al que consideran una «amenaza real a la democracia», denuncian «el clima de intolerancia que se ha instalado en las dos partes» y señalan a la responsabilidad de la izquierda. «No se debe permitir que la resistencia fragüe su propia marca política de dogma o coerción, algo que los demagogos de derecha ya están explotando», escriben.