Cuando Itziar la mujer de carne y hueso conversa con Itziar la mujer estatua, esto es lo que ocurre. «Bueno», dice la primera Itziar. Luego suspira. Itziar la estatua permanece en silencio. Entonces, la primera Itziar dice: «Tienes un perfil… mejor que el otro», que es cuando el observador piensa que Itziar la de carne y hueso o bien ha fumado algo o ha perdido la cabeza o bien es algo así como una artista, es decir, que tiene licencia para perder oficialmente la cabeza. «Sí», continúa la mujer de carne y hueso. «No sé, qué tonterías». «Los párpados». «Y las sombras». «También el eco». «No sé, es la lluvia». «Se oye». «Creo que porque llueve mucho».

El que asiste a la escena puede llegar a pensar que está asistiendo a un monólogo, pero aunque Itziar la mujer estatua permanezca impávida, lo que tiene lugar aquí es un diálogo. Lo comprobarán quienes visiten el pabellón español en la 58ª Bienal de Venecia que abre hoy sus puertas al público, si no viendo el vídeo que reproduce en bucle la escena entre las dos itziares, sí leyendo la reproducción del contenido en las láminas que cuelgan de las paredes. Está todo claro: en el lado izquierdo de las láminas, las palabras de Itziar la mujer de carne y hueso. En el derecho, las respuestas de la estatua. El elocuente blanco del silencio.

En realidad, se trata solo de una parte del proyecto comisariado por Peio Aguirre que han llevado a cabo los artistas vascos Itziar Okariz y Sergio Prego bajo el título de Perforated by (Perforado por), pero es una parte simbólica. En el pabellón español, Aguirre recordaba ayer que su fuente de inspiración fue la Estética del silencio de Susan Sontag, en concreto aquello de que «cualquier silencio disfruta de su identidad en función de un tramo de tiempo perforado por el sonido». «Quería explorar ese concepto», dice. El silencio, el sonido, el desalojo del espacio, que es una forma de sosiego. Minimalismo, esa palabra manoseada, tiene aquí todo el sentido: el pabellón a veces parece más desocupado que ocupado. O bien: parece hecho a pinceladas. «Es una exposición que cabe en una maleta», dice Aguirre.

Además de los vídeos que Okariz ha grabado de sí misma hablando con obras de arte en varios museos del mundo (el Guggenheim y el de Bellas Artes de Bilbao, el MoMa y el Metropolitan de Nueva York; le gusta, además de conversar con el silencio, explorar la transgresión que supone), la exposición tiene otras patas que sustentan el concepto, por ejemplo la performance Ocean breath (Aliento oceánico), que desparrama sonido de mar por todo el recinto, o la intervención acuosa de Prego en el jardín de atrás (Fuente negra).