El enorme cuerpo de Javier Tomeo ha dicho basta. El escritor entró hace tres semanas en el hospital Sagrado Corazón de Barcelona para operarse de varices y una infección hospitalaria le dejó fuera de juego. Falleció ayer a primera hora de la tarde a los los 80 años. Desaparece así uno de los autores más a contracorriente de la literatura española de las últimas décadas.

Heredero de Goya y de Buñuel, el oscense Tomeo (Quicena, 1932) siempre se sintió ligado a lo deforme. Sus monstruos, entrañables y detestables a la vez, convertidos en personajes literarios que él retrató con una infinita comprensión y cariño, en el fondo estaban hablando de sí mismo, de la profunda incomodidad con la que Tomeo se situaba en la vida. También estaban sus animales, simbólicos, representantes de una mitología como de andar por casa. Entre otros muchos, ahí estaba el gallitigre, quizá el más querido.

UNAS 20 NOVELAS Fue un escritor tremendamente prolífico, aunque sus obras fueran breves pero no por ello menos intensas: unas 20 novelas (casi nouvelles ) y otros tantos libros de relatos (aunque sea difícil establecer el número de sus obras, ni siquiera el propio Tomeo llevaba a cuenta). Tal era su fecundidad que su obra acabó repartida en diversas editoriales, aunque fue en Anagrama donde alcanzó su mayor reconocimiento con las que son sus obras maestras indiscutibles: El castillo de la carta cifrada y Amado monstruo . Sus últimas obras publicadas son los Cuentos completos que recogió hace unos meses Páginas de Espuma y la novela Constructores de monstruos (Alpha Decay).