Scarlett Johansson y Natalie Portman quemaron ayer el último cartucho mediático de la Berlinale antes de que el jurado haga público esta noche el palmarés del festival. De hecho, esa es la única razón aparente de la presencia en la muestra, fuera de competición, de una película como Las hermanas Bolena . Quizá conscientes de que, básicamente, estaban allí para salir en la foto, las dos actrices protagonistas, más Eric Bana y el director Justin Chadwick, ofrecieron una de las ruedas de prensa más aburridas e insustanciales de todo el festival, y eso es mucho decir.

Los cuatro se dedicaron a intercambiar palmaditas en la espalda y frases del tipo: "Soy una gran admiradora de Natalie" o "aprendí mucho de Eric". El actor, que encarna a Enrique VIII, llegó a decir en tono de broma que durante el rodaje le hicieron sentir "como un rey", aunque su rostro en pantalla da la sensación de lo contrario, como si le hubiera sentado mal la cena o como si rodar fuera un fastidio.

Si así fue, es difícil culparlo. El filme que, en esencia, relata cómo Ana Bolena (Portman) se dedicó sistemáticamente a buscar los favores del rey para lograr que la hiciera reina es un folletín tosco, kitsch y a menudo risible.

La película no solo posee el look y la sofisticación dramática de una miniserie, sino que su enfoque sensacionalista y unidimensional trivializa la relevancia histórica y simbólica de sus protagonistas. Por lo que respecta a la otra hermana Bolena, poco importa que, sobre el papel, sea la verdadera protagonista de esta historia --el título original, La otra joven Bolena , lo deja claro--, porque Johansson interpreta al personaje más insulso y secundario de la trama.