En lo que llevamos de siglo XXI, sin apenas darnos cuenta, toda una forma de entender el flamenco ha dejado de estar viva. Se nos han ido Fernanda y Bernarda de Utrera, Chocolate, La Paquera de Jerez, Chano Lobato.... "Los poquitos que quedan", solía decirse sobre ellos en los ambientes cabales. Y casi ya no queda ninguno. El caso de Enrique Morente no es ni mucho menos igual. Seguía cien por cien en activo y pertenecía a una generación posterior. Pero él era el puente más sólido entre pasado y futuro. Cumplía una doble función: preservaba cantes en vías de extinción y alentaba los más osados riesgos artísticos. "La ortodoxia debe servir para invitar a recorrer nuevos caminos", dijo en una ocasión. "No sé por qué la gente que viene ha de romper con lo que había anteriormente para tirar p´alante. Muchas veces volver la cara atrás es tirar p´alante".

¿Deja al flamenco huérfano con su muerte? Solo en cierta medida, pues su evangelio sigue considerado como poco menos que apócrifo entre gran parte de la profesión. Salvo honrosas excepciones, su arte ha tenido siempre mayor predicamento entre la intelectualidad y el mundo de la alta cultura que en ciertos ámbitos jondos. Pero lo que nadie puede negar es que deja al flamenco sin ningún cantaor de su altura.

Venerables caros de ver

Recuerdo que una ocasión, hará casi 20 años, me tocó entrevistar a un grupo de los llamados jóvenes flamencos, en la línea de Ketama. Su líder eventual debió de verme la cara de neófito porque, ni corto ni perezoso, me soltó: "La diferencia entre nuestro grupo y cualquier otro es que yo no soy un cantante sino un cantaor. Y cantaores, en todo el mundo, igual hay solo 40". Daban ganas de responderle: "Bueno, 40 de primera división, pero como tú 400". Sin demérito para los otros 399. Porque como puede pasar en Estados Unidos con el soul y el gospel, la cantera de voces flamencas sigue dando magnífica materia prima.

Tanto que aquí cuesta encontrar un buen vocalista de rock (de esos que un anglosajón no se sonrojaría al escucharlo) y tantos notables cantaores que hay ganándose la vida en compañías de baile o tablaos. Llegar a figura del cante es verdaderamente difícil. Nunca ha sido un género comercial y, desde siempre, los que han alcanzado públicos masivos lo han hecho cultivando al mismo tiempo el estribillo o la canción.

¿Qué queda del cante flamenco después de Morente? Queda algún venerable ya caro de ver, como Agujetas o Fosforito. También alejados de los focos, bastiones gitanos (Rancapino, Ramón El Portugués o en cierto modo El Lebrijano..) y payos (El Cabrero, Menese...). Queda un buen número de artistas de primer orden prolongando su madurez, alguno más largo (dícese del que domina muchos palos) y otros cortos pero con el duende en las venas: José Mercé, El Torta, Carmen Linares, La Susi, El Pele, Capullo de Jerez, José de la Tomasa, Juana la del Revuelo, Pansequito, Guadiana, etcétera.

Queda una generación más (o menos) joven pero hace ya tiempo consagrada. Barcelona fue una de las primeras ciudades en fundar su peña dedicada a Enrique Morente (en 1971, en una parroquia roja de Nou Barris) y, no por casualidad, Mayte Martín fue pionera en seguir sus pasos. La primera de una corriente en la que destacan Miguel Poveda, Arcángel, Marina Heredia y, por supuesto, Estrella Morente.

La escuela camaronera sigue sin apenas perder fuelle con Diego El Cigala, Remedios Amaya, El Piculabe, Montse Cortés, Niña Pastori, La Tana, Duquende, José Parra o Blas Córdoba. Y hay otros más difícilmente agrupables, como La Macanita, Esperanza Fernández y el famosísimo Pitingo. Siempre ha citado a Morente como tótem y aunque muchos le conozcan solo por sus versiones de música negra, no hay concierto o disco en que no cante también por derecho. El último lo cierra con una intachable seguiriya, irónicamente titulada Buscaréis alguna faltilla . Y como aconsejaba el maestro de maestros, "no sale con el ay por delante".

Quedan voces curtidas que aún buscan (y merecerían encontrar) su lugar: Londro, Rafael de Utrera, Pedro El Granaíno... Y, empujando, queda también savia nueva: el cada día más afianzado David Palomar, la onubense Argentina, Jesús Méndez (sobrino de La Paquera), Sandra Carrasco, la catalana Alba Carmona, Encarna Anillo, La Tremendita, El Zambullo.... y, tal vez pronto, los hijos pequeños de Morente: Soleá, que preparaba disco con su padre, y José Enrique, que le acompañaba a los coros en casi todos sus conciertos.