Tocaba la banda municipal cuando José Saramago, enfundado en un traje y una corbata gris, bajó del autobús. Cerca de 3.000 vecinos, familiares y amigos le recibieron con un estruendoso aplauso. El les devolvió el gesto con una sonrisa tímida, lanzando un beso. El premio Nobel portugués regresó el pasado jueves a Azinhaga, su pueblo natal, precisamente el día en que cumplía 84 años. Y lo hizo para presentar Las pequeñas memorias , un libro menos literario que los anteriores y mucho más emotivo. En España no llegará hasta la primavera del 2007.

"Son las vivencias de mi infancia tal y como yo las recuerdo; he intentado adornarlas lo menos posible", aseguró el escritor. Entre música y bailes populares, Saramago tuvo ocasión de reencontrar a algunos de los personajes de su infancia. Como el músico José dos Reis. "Me ha reconocido", dijo emocionado el vecino de Azinhaga, sujetando con fuerza una guitarra portuguesa.

Siempre acompañado de su mujer, la periodista española Pilar del Río, de la que no se separó ni un instante, y de su hija Violante, Saramago recorrió las calles del pueblo, en las que pendían carteles de felicitaciones. Allí vivió hasta los dos años, cuando sus padres se trasladaron a Lisboa. Después, hasta los 15, pasó allí todos los veranos. El libro trata de todo eso. De la Azinhaga que fue y la que él conoció. "Sin lo que viví aquí, no sería la persona que soy --señaló el escritor, rodeado de flases y micrófonos--, y la idea de escribir este libro me rondaba la cabeza hace mucho tiempo".

Mientras caminaba saludando a unos y besando a otras, una niña se acercó hasta él colándose entre la multitud y pidió un autógrafo. "Todavía no he leído ningún libro suyo, pero sí he leído lo que decía la contraportada de este último", confesó Patricia, que se ha prometido a sí misma que, ahora que tiene la firma del Nobel, leerá alguna de sus obras.