¿Qué significa para un emeritense actuar en el teatro romano?

Mucha responsabilidad. Al mismo tiempo que mucha felicidad, entusiasmo, responsabilidad. No solo porque me van a ver muchos amigos y familiares sino porque este año está siendo todo tan especial que todo se magnifica. Estoy deseando que llegue el miércoles a la una de la madrugada y poder respirar profundamente y decir que ha merecido la pena, porque sé que merecerá la pena el esfuerzo tan grande que hicieron todas las partes y lo vamos a disfrutar dentro de esa responsabilidad.

¿Pensó en algún momento que no se celebraría?

Bueno, lo pensé durante mucho tiempo. Incluso ya ensayando había un cierto temor a que la situación cambiase y se tuviese que cancelar todo de nuevo. Durante los ensayos, aunque no se decía, se palpaba en el ambiente el decir: un día más, ¿mañana habrá algún brote?, ¿algo que nos impida estar aquí? Todos estamos haciendo de equilibristas y aún está el nerviosismo de que se aguante y no ocurra nada. No ya solo por la obra, si no por la salud tanto de los espectadores como la nuestra.

¿Qué siente, al ser emeritense, cuando ve la cara de amigos y conocidos en las primeras filas?

Normalmente intentas aislarte y pides al de iluminación que ponga cuarenta mil focos que te cieguen y no vea a nadie porque como identifique alguna cara entre el público…..no, es broma. Cuando te dicen tres minutos y a escena, te entran todos los dolores del mundo porque te acuerdas de todo, ya no solo por los familiares y amigos sino porque estás en el festival que es el baluarte de los festivales a nivel mundial. Y cuando dicen un minuto y a escena, intentas aislarte de eso porque si no te puede. Esas piedras y esas columnas te comen. Te haces muy chiquitito cuando avanzas por la valva regia y vas hacia proscenio que todavía la luz es tenue. Pero la magia es que a medida que sientes que el público está escuchando, está pendiente y receptivo a lo que estás contando, te creces y te conviertes en esa luna que suele estar en el horizonte tras el público. No tengo palabras para definirlo. Se produce magia.

¿Qué nos puede contar de su personaje?

Toca interpretar a un déspota, a un dictador, pero al mismo tiempo a un hombre que sufre. Intenté, no justificar porque nadie así puede estarlo, pero sí entender que sufre, que no tuvo una niñez y una juventud como para que su madurez fuese normal. Cuando creces entre el odio, la desconfianza, el miedo, evidentemente tienes todas las papeletas de convertirte en eso. Sus fines no son tanto de enriquecerse sino de alcanzar la divinidad, ser un Dios. Todo esto se disfraza bajo una locura que no es tal porque sabe que si trabajas a través del miedo y del terror llegas a todo.

Estamos viviendo una época de extremos, un poco como en la obra.

Exacto, estamos viendo cómo florecen esos extremos. Parece que todo es blanco o negro y se echa de menos esa variedad de grises que también existen y son interesantísimos. Cayo César tiene una frase que dice que prefiere que la gente lo tema en vez de odiarlo y hay gente así, hay gente que quiere que les teman. Otra de sus frases es que el amor no existe, es el odio el que mueve el mundo y parece que tenía razón.

¿Cómo es tener de director a un compañero?

Y a un amigo, porque incluso le llegué a dar clases. Me sentí mucho más arropado. Él es el que agarra mi arnés y no deja que me precipite al acantilado. Pero tanto él como todo el equipo que hay detrás y que no se ve y que es tan o más importante que el resto porque son muy necesarios.