Es muy joven, pero Juan Sanguino (Madrid, 1984) con el libro “Cómo hemos cambiado. La transformación de España a través de la cultura pop” (editorial Península, 2020) ha sabido atesorar todos esos recuerdos de los que nacimos a mediados de los 70 y 80 y ofrecernos un sencillo razonamiento que de pura melancolías, y permite mirar atrás y adelante sin demasiados sofocones. Como si hubiera hurgado en cada uno de nosotros sin permiso, este periodista autor también del libro sobre el cine de los 90’ ‘Generación Titanic’ (Dolmen Editorial, 1997) consigue hacerte reír, sonreír a medias, suspirar, anhelar y a veces llorar con todos esos hitos de la cultura pop que llevan de forma intrínseca, un recuerdo vital. «Si en algún momento de tu infancia viste a Sabrina salírsele un pezón en la televisión pública, tu adolescencia quedó atravesada por el crimen de Alcàsser, creaste tu primer alias para abrir una cuenta de messenger y recuerdas que Shakira una vez fue morena, necesitas leer este libro» y así, una rememora donde y con quién estaba cuando la historia de Ricky Martin, el perro y la mermelada se hizo real en el Instituto, o cuando David Beckham irrumpió en nuestras vidas y consiguió desdibujar las diferencias entre hombres y mujeres, heteros y gais...; Esta obra afina las agujas del reloj de nuestra vida y pone a punto, ese paso del tiempo que miramos de reojo pero que pasa inexorablemente. Un paso atrás para seguir poder dándolos hacia delante; aunque con un poco más de nostalgia y kilos de inocencia esparcida. ‘Cómo hemos cambiado...’, ¿pero para bien? Pasen y lean.

- Este libro describe un destino común del que no se puede escapar. Y de la melancolía, ¿se puede?

- De la melancolía no se puede ni se debe escapar. Es necesaria porque nos demuestra que nuestra vida ha merecido la pena, y que a pesar de los percances, contratiempos y desilusiones, nuestro pasado, nuestra juventud tiene valor, es especial, y por eso nos sentimos melancólicos al mirar atrás. La melancolía no deja de ser un momento de reflexión intelectual y emocional en torno a tu trayectoria vital, y es verdad que por ese consumo compulsivo y esa necesidad de ser productivos siempre, quizás se nos permite menos tiempo de melancolía reemplazándola por nostalgia que en muchos sentidos, convierte a las películas, series.. .de nuestro pasado, en fetiches directamente. La melancolía debería volver, permitirnos más momentos melancólicos.

- ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

- El progreso humano complica las cosas por definición. Simplifica la vida pero en líneas generales complica las culturas, los gobiernos, y la tecnología por un lado nos ha facilitado muchas cosas pero por otro lado, nos ha aturdido mucho y nos ha cambiado muchos conceptos como la intimidad, exhibiéndola de repente porque necesitamos la validación externa para sentirnos especiales. Los nacidos entre los 70 y 80 somos una generación narcisista, quizás porque nos habían prometido una vida adulta próspera, que no hemos acabado teniendo. Cualquier tiempo pasado no fue mejor pero si más simple, en líneas generales. Todas las generaciones han creído que su infancia era la válida, nuestros padres nos decían que pasábamos el tiempo viendo videojuegos... y ahora, los criados en los 90 dicen que los niños están siempre en youtube...; es inevitable. Es peligroso romantizar el pasado en exceso porque convertir esos artilugios en fetiche, canciones, series, películas..., te impide desarrollarte en el presente.

- ‘La cultura pop es el dialecto que las generaciones X, millennials y Z usan para hablar sobre temas importantes’, ¿somos conscientes de lo integrado que tenemos lo que para nuestros padres son meras anécdotas?

- No, no lo somos. Cuando piensas por ejemplo en un partido de fútbol lo piensas tal cual lo emiten en televisión, por ejemplo, y esto es una anécdota intrascendente pero ese filtro de la cultura popular, se traduce en hechos como que tratemos a los políticos como si fueran personajes de ‘reality shows’ y de repente hagamos memes, videos virales con ellos... y eso, en cierto modo, devalúa la importancia de estas personas en la sociedad pública. Casos como el de Andrea Levy insultando y ridiculizando a una compañera de la política como si estuvieran en un debate de Telecinco, es un ejemplo. La cultura popular ha invadido no solo nuestra forma de percibir el mundo sino también de comportarnos. Y es peligroso.

- ‘Un libro sobre la adolescencia de España’, ¿cree que esa adolescencia fue mucho más interesante que la que ahora ofrece Tiktok, por ejemplo?

- No, personalmente no lo creo. Tengo la impresión de que la adolescencia ahora con acceso a la información perteneciendo a una sociedad es mucho más rica y estimulante, que la de los 90 que solo era plena si tenías una vida tranquila, estabilidad económica, si eras heterosexual, si tenías gustos afines a la mayoría..., pero en el momento en que tuvieras algo distinto: chica promiscua, pobre, con gafas..., ahora quizás también ocurra pero Internet te ofrece la oportunidad de conocer a otras personas como tú, de hacer comunidad, de no sentirte tan solo. La adolescencia de los marginados en los 70, 80, 90... era solitaria, ahora al menos gracias a las redes sociales pueden contactar con gente afín a ellos, y Tiktok fomenta la creatividad y la capacidad de contar historias con elementos visuales y en poco tiempo. Creo que va a ser una revolución en el lenguaje audiovisual parecida a la que fue en los 80’ los videoclips que iban a acabar con el cine y de repente surgieron directores como Ridley Scott que han enriquecido el lenguaje cinematográfico.

- ¿Cómo se consigue mirar atrás y no sentir cierta tristeza?

- Ufff, es difícil... sentir tristeza significa que ha merecido la pena pero también significa que igual tu presente no es tan enriquecedor. Quizás lo mejor sea mirar atrás viendo lo bueno y lo malo de lo que nos hemos librado dándote cuenta, de cómo hemos crecido y avanzado. Es una pena que nuestra cultura popular ya no construya una comunidad como país y sociedad, porque ahora todo está muy diversificado y se consume a la carta. Ya no hay fenómenos de 8 y 10 millones de espectadores... pero lo positivo es que hay más oferta cultural, más voces, más heterogénea y eso es más bonito. Quizás nos hayamos convertido en una sociedad más susceptible pero quizás es que seamos más justos con emigrantes, mujeres, gays..., que han sido colectivos silenciados y a los que no se les ha prestado la suficiente atención en el pasado. ¡Quizás ahora nos estamos pasando! Pero es una consecuencia lógica de muchos años, no es algo tan negativo.

- ¿Por qué es tan complicado asimilar los cambios?

- Porque es imposible sentirse cómodo con lo desconocido. Siempre vamos a preferir ‘quedarnos como estamos’ porque tenemos una capacidad de supervivencia enrome. Ahora lo comprobamos interiorizando comportamientos y situaciones para las que no estábamos preparados. Solo lo sabes cuando ya ha ocurrido, cuando no sabes si eres capaz de adaptarte a esa nueva situación y te da miedo; por eso el cambio.

- ¿Somos ahora un país mejor?

- En líneas generales pienso que no, pero probablemente si preguntas a la gente de forma individual todos considerarán que si, que viven mejor que hace 30 o 40 años. Nuestra mentalidad frente a las minorías o la propia cultura está mas extendida, no está en manos de una élite y eso es positivo, pero es verdad que la situación es más tensa social y políticamente que hace 25 años que en apariencia era más estable. Ahora no nos ponemos de acuerdo en nada...

- Asalto de la clase media, cultura ‘friki’ como obsesión, ¿hemos bajado el nivel cultural?

- Hemos bajado el nivel cultural en cuanto ahora mismo, en televisión por ejemplo, no se ve a sociólogos, escritores, arquitectos, poetas..., antes había entrevistas a la alta cultura y todos, de todas las clases sociales, la consumíamos y estábamos al tanto. Había escritores que eran estrellas como Antonio Gala o Paco Umbral, y creo que ahora eso se ha perdido. Hemos reivindicado la cultura popular pasándonos de frenada y ahora es difícil de encontrar contenido sobre alta cultura, pero tanto la popular como la alta cultura son complementarias y no excluyentes, lo que pasa es que ha cambiado el consumo, la falta de vivir. Hay una obsesión por rellenar la propia vida, con tele o las redes sociales...