Hace casi 20 años, la cadena estadounidense HBO lanzó Oz al mundo. Fue su primera serie de gran éxito. Comenzó emitiendo combates de boxeo: la pelea en la que George Foreman noqueó a Frazier en dos asaltos; aquella en la que Muhammad Ali tumbó a Foreman aunque tardó catorce asaltos, los combates de Mike Tyson, Julio César Chávez, Félix Trinidad...

Oz era mucho más dura, más violenta y más atroz. Estrenarse con una bestialidad como esa, con desnudos, violaciones (es una cárcel masculina, ojo) y con un discurso tan políticamente a la izquierda de la izquierda (sobre el decrecimiento; sobre pena de muerte, mujeres, economía, racismo) demostró que en la HBO sabían qué se traían entre manos y cuál era la línea que querían seguir. Ahora tienen no sé cuántos canales y rodarán próximamente la octava temporada, y última, de Juego de tronos .

Jorge Carrión decía que algunos de los mejores libros se están escribiendo ahora en la televisión. The Wire , Oz , House of Cards , Deadwood , Carnivàle , la punzante y surrealista Boston Legal , A dos metros bajo tierra , El Ala Oeste de la Casa Blanca , Los Soprano , Treme , Sexo en Nueva York , In Treatment . La mayoría de ellas se las debemos a la HBO. Gracias, señores.

Pero Juego de tronos ha sido un fenómeno casi planetario (decimos "casi" porque muchas veces se nos olvida eso que se llama brecha digital y que hay lugares del planeta donde no llegan el cable ni internet). Es realpolitik pura: la cosa es que las circunstancias del entorno que tienen que posibilitar el avance de los países son reyes borrachos, adúlteros e incestuosos, traidores e hijos de puta en general. Y hace frío. También ha hecho calor, pero ahora estamos en Invernalia (Winterfell, para los que la vemos en versión original) y el invierno está aquí. Y se van a Los Barruecos.

Y lo vamos a ver pegaditos a la pantalla para reconocer cada roca, claro que sí.

Menos los que no ven Juego de tronos . Ahora hay un sinfín de mensajes en internet de gente alardeando de que no ve Juego de tronos ni la ha visto nunca ni piensa verla. Yo comprendo que la gente tiene que chulear de lo que sea, pero, de verdad, chuleen de que han cambiado sus esquemas mentales machistas hacia las mujeres, de que han comenzado a estudiar por gusto Historia del Arte, de que se han apuntado a la Universidad a los 40 para aprender Física Cuántica. Algo digno. También comprendo que uno vea un par de capítulos y piense: "Esto no es pa' mí". Pero, ¿no verla nunca ni querer verla para no ser parte de la masa? Congratulémonos de no ver porquería, pero decir a los cuatro vientos que, por convicción, no quieres ver una serie buenísima, porque la ve mucha gente... No leas la Biblia, que es el libro más traducido del mundo. No leas a Shakespeare, que es un clásico (lo ha leído mucha gente, qué horror). No se te ocurra abrir el Quijote ahora que han salido ediciones buenísimas para celebrar el cuarto centenario de la muerte de Cervantes. No escuches Yesterday , ni por los Beatles ni por Ray Charles. No vayas a la exposición de El Bosco (que está repleta). No salgas de casa: hay gente en la calle. De verdad. Hasta cuando llueve.

Tiene que llover mucho, nevar y han de soplar vientos huracanados para comenzar a rodar la temporada. Por lo visto, aunque no hay confirmación oficial, a Los Barruecos les tocan escenas de batallas. Se nos va a hacer larga la espera, desde luego, pero Los Barruecos bien merecen una visita antes de que comience todo ese follón tremendo que supone un rodaje de una serie como esta. Entre otras cosas, porque hace cuarenta años que Wolf Vostell empotró un coche contra un muro de hormigón y creó así, además de una obra de arte, la primera piedra de uno de los museos más fascinantes de todo el estado. Ahora hay una exposición que recuerda ese hito: V.O.A.EX. Un viaje de Wolf Vostell. 40 años de un museo sin muros . Este visionario consideró que el paisaje agreste de Los Barruecos, siempre mutando, era "una obra de arte de la naturaleza". Así llegó la región a la modernidad cultural, de la que no ha salido (aunque no nos lo creamos mucho): no hay más que ver el Meiac o la Fundación Helga de Alvear o Casa sin Fin o la galería de Angeles Baños, imbatible. En la muestra se pueden ver fotografías del proceso, la película inédita de Ulrike Ottinger sobre esta pieza (se le dedicó un ciclo de cine recientemente) y el resto de los coches envueltos en hormigón que Vostell creó en varios continentes, desde América a Asia. Pero, además, el Ciclo de Música Contemporánea, este año, que cumple 18 ediciones, también ha querido profundizar en las señas de identidad del museo. Por eso se ha invitado al paisajista sonoro checo Slavek Kwi, que usa, como única paleta sonora, los sonidos grabados en la naturaleza (desde cascadas y agua corriendo hasta ranitas). La música contemporánea es difícil. Pero escucharla en el Vostell es escucharla en su sitio natural. Y eso bien merece una visita.

Viernes, 16. XVIII Ciclo de Música Contemporánea. Slavek Kwi, con con el concierto Ultrealith. Museo Vostell (nueve de la noche). Malpartida de Cáceres.