Culto procede del latín cultus: acción de cultivar o practicar algo, y deriva de colere: cultivar, cuidar, practicar, honrar. Cultivo aparece, según el filólogo Joan Corominas, hacia 1644. Cultura más de un siglo antes, en 1515, en la misma fecha que cultivar. Estas definiciones laten a lo largo de las páginas de Cultivos (Mondadori), del escritor y editor extremeño Julián Rodríguez. Es el segundo título de su serie Piezas de resistencia , tras Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás , del que acaba de publicarse su edición en bolsillo, también en Mondadori.

Mezcla de autobiografía ("está a camino entre un diario y unas memorias prematuras") y ensayo, su autor viaja, reflexiona sobre la literatura, el arte, recuerda a los seres queridos y se recuerda a sí mismo (su infancia y adolescencia, su juventud, su decisión de escribir), y dibuja un mundo rural, la Extremadura del noroeste, al que pertenecen sus familiares, tal y como lo ha conocido, y que está a punto de desaparecer.

-- Cultivos plantea un tipo de compromiso con la literatura y la sociedad. Dice en algún momento que cree en la palabra como arma política.

--Ese es uno de los grandes temas que me preocupan, centro a veces de mi desasosiego. Diría también que de mis intentos de escritura, de organizar , de hacer mis libros... No me interesa el apriorismo literario ni la literatura mesiánica. Creo que en Cultivos y en Unas vacaciones baratas... hay bastante, incluso lo cito a través de Pasolini, del Gramsci que no condescendió con ciertos totalitarismos y que se preguntó, que nos preguntó, releyendo a Marx, sobre la posibilidad de lo que antes había sido llamado utopía social. Y del Gramsci que no cree que los escritores, los intelectuales, sean una clase aparte. También, en parte, del Gramsci de la pedagogía crítica.

--¿De qué manera le ha marcado su experiencia rural?

--Totalmente... Aunque pase largas temporadas lejos del pueblo, de Ceclavín, de Las Mestas, incluso aunque he vivido momentos en que sufría mi relación con esos lugares, de alguna manera me siento parte de ellos: como dice el tópico, mi educación sentimental se produjo en buena medida allí. Y no puedo decirlo de otro modo: soy de pueblo.

--¿Cuándo comenzó a darse cuenta de las cosas?

--Llegué a Cáceres con diez años, desde un pueblo en la Sierra de Gata. Mis padres querían que mi hermano y yo tuviéramos una buena educación y entonces, eso parecía, sólo podía alcanzarse en las ciudades. Yo les estoy muy agradecido, pero lo viví al principio de forma traumática: fue como si entonces ya se acabara mi infancia.

--Su mirada al campo extremeño es paisajista (en el sentido en que describe un paisaje), pero no nostálgica.

--Diría que unas veces miro el paisaje y otras el campo cultivado. A veces, preferiría que todo fuera paisaje. Cuando pienso en mis antepasados inclinados sobre la tierra. O cuando pienso en mi padre, que ha vuelto a doblarse para cavar, para cultivar.

--Habla de la pérdida de un tipo de vida campesina.

--No siento nostalgia de la pérdida de ese tipo de vida, tan duro... Sería un idiota si lo hiciera. Más bien me pregunto, y recuerdo, cómo los míos se han relacionado con el campo. No hablo sólo de mi familia, sino también de aquéllos a los que me siento cercano: toda esa clase de agricultores de la miniagricultura, de los minifundios extremeños.

--Otra de las historias de Cultivos es la de Doble , una novela que no llegó a terminar porque, dice, no sabía qué quería contar.

--Quizá el libro trate de decir que nos cultivamos también con los fracasos, con nuestros fracasos. Estos nos hacen , nos construyen tanto como los supuestos logros.

--Su vida recuerda a las vidas americanas: múltiples trabajos y ocupaciones, que finalmente desembocan en la literatura.

--La literatura es, a veces, como una terapia; otras, el sumidero del desconcierto, adonde van las pieles muertas, las experiencias muertas. Para mí, como dijera Pavese, la literatura es una defensa contra lo terrible que a veces tiene la vida. Otras, la celebración de esa misma vida. Estoy lleno de contradicciones.

--¿En qué sentido necesita exponer su biografía para escribir un libro como Cultivos ?

--Quizá sea un modo de autocrearme. Quizá escribimos sobre nosotros mismos para inventarnos, para fingirnos perfectos. Una amiga me lo dijo hace poco y le he dado muchas vueltas a ese asunto. La escritura autobiográfica como medio para mejorarnos . A veces ante los demás, por supuesto, pero casi siempre ante nosotros mismos. Para hacernos perdonar. En ocasiones ese reconocernos (los demás pueden llegar a funcionar como espejos para nosotros) es una medicina (muchas veces sólo placebo) contra el dolor, contra algunos dolores que nos deja, nos trae, la vida... Nosotros, quienes nos mentimos, quienes nos inventamos, nos reconocemos en el dolor, vino a escribir también Pavese, quizá siguiendo a Nietzsche. Quería decir que nos reconocíamos en nuestro dolor y en el dolor de los otros. Escribimos, escribo, sobre mí mismo porque quizá mi identidad aún esté en construcción, no sé si incompleta hasta mi muerte. Y hay un dolor que brota siempre de lo que no comprendemos de nosotros mismos, de nuestra identidad, un dolor que es muy agudo en la adolescencia (hablo de ello, de pasada, en Cultivos ), y que luego ya se convierte en crónico, y según la etapa que vivimos así se manifiesta. Sería, según Le Breton, parte de un dolor colectivo (pain) y no un sufrimiento individual (suffering), porque es algo que está ligado a algo que algunos llaman experiencia vital común, es decir, a los ritos de paso y a los ritos, por decirlo con Althusser, de fracaso... En fin: nos defendemos de ese dolor universal (de nuevo Pavese) con la literatura, escribiendo sobre nosotros mismos para autocrearnos, para ser otros. Para fingirnos perfectos.