Finalmente, nos quedamos sin saber si debe o no leerse a Kafka a los 12 o 13 años. La admonición contra ´La metamorfosis´, lanzada por la consejera de Educación extremeña, Eva María Pérez, hizo chirriar los sillones de asistentes al congreso de la lectura y recibió la airada contestación del escritor Luis Mateo Díez, que exclamó que él la había leído y que el esfuerzo de hacerlo es inherente a la propia lectura. Pero, inesperadamente, la consejera encontró ese mismo día un aliado, el pensador José Antonio Marina, quien dijo que de ninguna manera se le puede dar a leer a un niño ´El Quijote´. La periodista Blanca Berasategui prestó otra ayuda a la sorprendente afirmación de Pérez: ni Lope ni Calderón son lecturas de niños. ¿Y quién, sino Ortega y Gasset, vino a bendecir esta opinión? Marina y Berasategui lo invocaron al citarle: según el filósofo, los clásicos están bien para leerlos a partir de los 20 años. Claro que, en este congreso nos encontrábamos con lectores hechos y derechos y ante ellos no cabe la prohibición o la recomendación. El escritor y editor Manuel Rodríguez Rivero se zambulló a los 8 años en ´Robinson Crusoe´ y ya no se despegó de él. Rivero es, naturalmente, lector compulsivo como muchos de los invitados a este encuentro, que ya no pueden ver la vida compuesta sin libros. Pero ¿qué leer? Ninguno de ellos necesitó campañas de animación. Fueron atrapados por los libros y ya no los soltaron, recordó ayer Fernando Savater. Más allá de los libros también queda el mundo; y esa fue la llamada de atención del gran lector de hoy que es Alberto Manguel; pero este aviso quedó ahogado por las cifras o las especulaciones sobre internet y su efecto en los lectores. Como si Manguel, que ha historiado la lectura, supiera que el secreto de ella es su eternidad y es la acción cruel del hombre la que hay que combatir.