De amplia y franca sonrisa los ojos de Kate Morton (1976) miran divertidos, bajo su rectilíneo flequillo, a sus dos hijos, que revolotean junto a su marido, músico de jazz, que le toma fotos durante la entrevista. Llegada de su Australia natal para vivir, alucinada y encantada, su primer Sant Jordi (Feria del Libro de Barcelona), con una sólida reputación de superventas --ocho millones de ejemplares en todo el mundo de La casa de Riverton , El jardín olvidado y Las horas distantes --, esta titulada en Arte Dramático, de niña cautivada por Enid Blyton, y escritora influenciada por la literatura victoriana, trae una nueva y alambicada historia bajo el brazo. Es El cumpleaños secreto (Suma de Letras), donde una actriz desentraña los secretos del pasado de su madre, a la que siendo adolescente, en los años 60, vio cometer un crimen cuyo origen se remonta al Londres de la segunda guerra mundial y a la Australia de 1929.

-- La estrella del ruiseñor , el cuento de un barco "que zarpa cada noche de las orillas del sueño" hacia una aventura, ¿se lo contaba su madre?

--Me lo inventé. Me gustaban las palabras, su sonido. De hecho pensé titular la novela así pero los editores dijeron que parecería infantil. Yo tengo un portal abierto a mi infancia, una conexión muy cercana a cómo era yo de niña, con lo que les gusta a los niños y lo que piensan. Es una constante en mis libros.

--Otra son las mujeres, siempre protagonistas. ¿Influencia familiar?

--Sí. Tengo tres hermanas, mi madre y mi abuela eran varias hermanas, hay muchas voces femeninas en mi familia. Las comprendo bien y me siento con autoridad para hablar de mujeres. Pero ahora tengo dos hijos y estoy aprendiendo más del punto de vista masculino. Cuando mi marido me dijo que no sabía por qué en mis novelas los hombres, o eran terribles o les pasaban cosas terribles, decidí que en el próximo habría uno encantador y al que las cosas no le salieran tan mal.

--¿Lo suyo es obsesión por los secretos? ¿Es posible no tener secretos?

--No lo creo. Habrá secretos más interesantes que otros, pero no hay corazón humano sin ellos. Todos guardamos cosas, aunque sean pequeñas, en cajitas bien cerradas y bien ocultas. Los necesitamos. Y sí, es una obsesión, no sé de dónde viene, pero siempre me es fácil imaginar secretos del pasado. Me interesa la relación con el presente, cómo el pasado vuelve y afecta al presente.

--¿Por eso en sus novelas salta de una época a otra? ¿Se siente una viajera en el tiempo?

--Me gusta viajar y explorar distintas texturas del tiempo que al final se unen para crear una historia. Como escritora seguiré haciéndolo porque me gusta como lectora.

--¿Guarda secretos su familia?

--No. Bueno, sí. Usé uno en El jardín olvidado . Mi abuela materna lo descubrió a los 21 años, cuando su padre le dijo que no era su padre biológico. A partir de entonces ella miró a sus hermanas de otra forma porque se sentía diferente, se avergonzaba de ser hija ilegítima, concebida antes de que sus padres adoptivos se conocieran, tanto que no se lo explicó a mi madre hasta que tenía 80 años. Tanto que se deshizo de todas las pruebas, hasta de las cartas de amor que su padre biológico envió a su madre durante la gran guerra.

--Precisamente escribe sobre otro trasfondo bélico, el de la segunda guerra mundial, con los nazis sobre Londres.

--Me gusta leer historia y no ficción y sobre todo de este periodo. Y por miedo a no hacerle justicia, a que quedara artificial, no lo había usado en ningún libro. En el 2008 vivimos tres meses en Londres. Compré libros, fui al Museo de la Guerra y encontré en internet a un hombre que se ofrecía de guía para ver la Londres de los bombardeos. Nos mostró casas que aún tenían la S de refugio shelter. Fue una experiencia increíble porque esa época cobró vida y me sentí preparada para reconstruirla.

--Un personaje es un fotógrafo que capta el drama diario de la guerra. ¿Se inspiró en alguno?

--En las fotos que vi en el Museo de la Guerra. Yo, en el siglo XXI, veía aquellas imágenes que reflejaban un segundo de algo ocurrido 50 años atrás y conseguían emocionarme. Es lo que me obsesiona de la historia, las cosas, como los edificios y las fotos, que te permiten una conexión tangible con el pasado.

--¿Y testimonios de la época?

--Me inspiraron dos amigos, mis profesores de teatro, el matrimonio Herbert y Rita Davies, Ella me contaba cómo se bajaba de la bici y la dejaba para ir a esconderse cuando venían los bombarderos de la Luftwaffe. Y él estuvo en una fábrica de munición y en el frente.

--El teatro: el personaje de Laurel, una actriz famosa. Inevitable pensar en la carrera que dejó por la literatura.

--El teatro es mi otra pasión y también me resistía a usarlo en la ficción por temor a no hacerle justicia. Me basé mucho en Rita, que había sido actriz en los teatros de Londres, y en Herbert, que trabajó para la radio, en la BBC. De jovencita en Australia para mí eran personajes exóticos y teatrales. Explicaban historias maravillosas de amigos suyos como Peter O'Toole y Liz Taylor. Han muerto ya, pero siempre están en los agradecimientos de mis libros.

--Sueños truncados, desafíos del destino...: elementos del drama.

--Mi trabajo de final de máster fue sobre la tragedia en la literatura victoriana. En una tragedia es imprescindible tener en cuenta que tu personaje es tu destino. Cuando uno aspira a un destino que no concuerda con su personaje pasan cosas. Todas las decisiones que tomamos se basan en quién y en cómo somos.