Hace veintitantos años que Kepa Junkera quedó prendado de la música gallega in situ, cuando, yendo de gira con Oskorri, conoció a los integrantes de Milladoiro. "Galicia es una de las mayores canteras de música popular; es donde más incrustada está en la sociedad", considera el acordeonista bilbaíno, que dedica a ese imaginario sonoro su nueva obra, Galiza , en la que reúne a cerca de 200 músicos de varias generaciones: de los alumnos de A Celtral Folque al octogenario Manuel Pazos de Merexo y pasando por Luar Na Lubre, Uxía, Xosé Manuel Budiño, Merecedes Peón, Cristina Pato y Os Cempés.

Un doble disco-libro que ha supuesto casi un año de trabajo y en el que Junkera ha primado las sonoridades ancestrales, de tacto primitivo. "Ha sido mi elección: respetar la materia prima y añadir solo algunos instrumentos vascos que me apasionan, como la txalaparta y la trikitixa. Sin bajos, ni baterías, ni cuartetos de cuerda", explica Junkera, que ha debido renunciar a un invitado, Carlos Núñez. "Estaba muy liado, había que esperar mucho para grabar, y yo tenía que acabar el disco", lamenta.

Una de las expresiones más impactantes es el asilvestrado canto de los grupos de pandereteiros, Leilía y O Fiadeiro. "Son grupos con una fuerza tremenda, que te desubican. Parece mentira que estén aquí, en la península. Cuando los escucha gente de otros países les parece alucinante, y piensas: ¿cómo nos hemos perdido esto?", razona Junkera, que si bien desconfía del poder constructivo de las modas comerciales, como la del folk celta de una década atrás ("tiene que haber una educación musical para que las cosas se afiancen"), opina que con los años se ha consolidado un público estable para las músicas de raíz. "Interesado en los viajes y en las culturas, y en buscar la alternativa a las propuestas más globalizadas.