El nombre del director franco-canadiense François Girard siempre ha estado vinculado a la música. En 1993 lo conocimos gracias a 'Sinfonía en soledad': Un retrato de Glenn Gould, un nada convencional 'biopic' en torno al virtuoso pianista, y más tarde continuaría con su obsesión melómana en 'El violín rojo' (1998) y 'El coro' (2014), incluso registrando conciertos de Peter Gabriel.

Ahora regresa con 'La canción de los nombres olvidados', basada en un 'best seller' de Norman Lebrecht, experto en música clásica que se adentra en las heridas del Holocausto a través de la figura de un joven portento de la música que ha de hacer frente a la pérdida de los suyos mientras se encuentra protegido en Inglaterra por una familia que intenta potenciar todo su talento.

El título de la película hace referencia a un tema musical en el que se encuentran contenidas todas las víctimas de la barbarie nazi y que se recita casi a modo de plegaria. Para rezar por ellos y que no se olviden.

Creo que vivimos en un mundo que está regido por la amnesia, contaba Girard en el pasado Festival de San Sebastián, donde se presentó la película. Estamos tan apegados al presente que no nos importa ni el pasado ni el futuro y en ese sentido, la memoria histórica sale muy perjudicada. El cine puede ser un vehículo para que se siga recordando.

La película comienza en pleno estallido de la segunda guerra mundial cuando el pequeño Dovild llega a Londres desde Polonia con nueve años. Su nuevo hermano, Martin, se convertirá en su mejor amigo mientras él comienza a destacar dentro de los círculos musicales. Seguiremos a ambos personajes a lo largo del tiempo hasta su edad adulta, cuando Martin (interpretado por Tim Roth), decida buscar a Dovild (Clive Owen) para esclarecer por qué se escapó sin dejar rastro.

BANDA SONORA DE HOWARD SHORE

Me gustaba que los protagonistas fueran interpretados por diferentes actores hasta llegar a nosotros, cuenta Tim Roth. En total seis actores para dos personajes, es bastante inusual. Y luego el séptimo personaje, el más importante, la música. Así que había siete intérpretes, lo cual me pareció un desafío.

Y ese séptimo personaje, la música, es obra de Howard Shore, ganador de tres Oscar gracias a la trilogía de El señor de los anillos y compositor de bandas sonoras tan célebres como las de El silencio de los corderos, Seven o Ed Wood. Shore no ha hecho un 'score' y ya está. Él ha formado parte del proceso de escritura del guion, estuvimos hablando durante dos años y estudió de forma profunda la liturgia judía para hacer la película, así que ha sido una relación muy intensa.

Estamos acostumbrados a ver películas que hablan del Holocausto, pero La canción de los nombres olvidados lo aborda desde una perspectiva diferente, desde fuera, a través de la mirada de un niño que se siente culpable por haber tenido la oportunidad de sobrevivir y que rechaza el don de la música como un castigo. No vemos la lava, pero todos los personajes se queman de alguna manera. No necesitamos ver el dolor físico para generar dolor en las entrañas. Eso no quiere decir que no me guste las películas que, como El hijo de Saúl nos adentran directamente en el infierno, pero aquí la premisa es totalmente diferente.

Las creencias religiosas también se convierten en una de las bases sobre la que se sustenta la película. El rechazo ante lo que no somos capaces de entender. Cada vez somos más intolerantes, pero creo que la religión debería ser algo que nos reconfortara, y en muchas ocasiones se convierte en fuente de conflicto, en generadora de odio, culmina Tim Roth, célebre por sus papeles en Reservoir dogs o Pulp fiction, de Quentin Tarantino.