Nacida en Cáceres, Carolina Rocha estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense y, tras formarse como actriz en varias escuelas, se licenció en Interpretación Textual por la RESAD en Madrid. Su afición le viene desde muy niña y, tras muchos años de trabajo, ha hecho de la actuación su profesión y su estilo de vida.

—¿Cuándo y por qué tomó la decisión de vivir en México?

—Cuando acabé en 2008 la carrera de Interpretación en la Resad, me planteé irme a otro país a seguir formándome o a aprender otro idioma, pero por otro lado también tenía la curiosidad de probar suerte en Madrid e iniciarme ahí en el mundo laboral. Tras unos años de trabajos de actriz intermitentes y tener que trabajar en otras cosas para sobrevivir, decidí dar el paso. Viajé a México por primera vez en febrero de 2014 con la intención de conocer el país, en particular la Ciudad de México, el lugar donde se concentra todo el trabajo artístico. Quería tantear el terreno actoral, empezar a conocer gente del medio, comprobar si podía adaptarme a una ciudad tan caótica y demandante. La vida allí es muy ajetreada, condicionada por las largas distancias, el tráfico, las lluvias, la inseguridad... Aun así, me sentí bien acogida y nació en mí la curiosidad de probar una vida allí, de lanzarme a esa aventura.

—¿Son bien recibidos los actores españoles en México?

—La cultura mexicana es diferente a la española: sus costumbres, su manera de trabajar, su manera de relacionarse... Los españoles somos afortunados porque, por lo general, somos muy bien recibidos allí, admiran nuestra seriedad y profesionalidad, y confían en nuestro trabajo. Los mexicanos son gente hospitalaria y generosa, están acostumbrados a recibir a los extranjeros con las manos abiertas. De esta manera, la vida en México puede llevarse de manera más fácil. La razón de por qué hay tantos españoles probando suerte en México es porque, la gran mayoría de ellos, consiguen vivir allí de la actuación, cosa que en España se complica, y eso es un gran logro. Y como la vida en México es un poquito más barata, el sueldo de actor te alcanza para vivir cómodamente y con algún que otro lujo.

—¿Qué diferencia hay entre trabajar en México y trabajar en España?

—El trabajo del actor y la actriz es diario, requiere de mucha disciplina, constancia y paciencia. A diferencia de España, en México el movimiento de proyectos es constante, tanto en teatro como en cine o televisión. Cada día hay también varios castings para anuncios de publicidad, y el actor debe organizarse para alcanzar a llegar a todos. Es un esfuerzo pero tiene su recompensa. La gran mayoría de los actores extranjeros que emigran a México ven cumplido su sueño de vivir de su profesión. Eso ya es parte del éxito. Pero no es fácil, la ciudad es complicada, muy grande y caótica. Los tiempos de espera en los castings y en los traslados son variables y a veces excesivos, hay que tener mucha paciencia. Digamos que tiene sus pros y sus contras: es un lujo poder vivir de tu profesión pero a cambio tienes que sacrificar la calidad de vida.

—¿Cómo ha sido la evolución de tu carrera en México?

—Ha sido un proceso lento pero satisfactorio. Cuando llegué no conocía prácticamente a nadie del medio, tuve que empezar de cero y eso lleva su tiempo. Hay que armarse de paciencia y confiar mucho en uno mismo. Mis primeros trabajos fueron en teatro y en publicidad. Tuve la suerte de trabajar con grandes actores en grandes teatros de la ciudad. En el Foro Shakespeare representamos la obra Vuelo 2403 y ahí conocí a Dagoberto Gama y Fermín Martínez, talentosos actores de cine, teatro y televisión. En el Teatro López Tarso trabajé bajo la dirección de Antonio Serrano en la obra Cuerdas junto a los actores José María Yazpik, Osvaldo Benavides, Luis Roberto Guzmán y Alejandro Gama. En el teatro Helénico compartí escena con David Gaitán, Diana Sedano y Domingo Cruz (actor y productor extremeño, dueño de la compañía El Desván), etcétera. Fueron experiencias muy positivas. Poquito a poco me fui alejando momentáneamente del teatro para probar suerte en cine y televisión. Tras pequeños personajes en Televisa, en 2018 conseguí un personaje en la serie Amar a muerte, que podrá verse en España este año. Y protagonicé la película El día que me perdí, donde interpreto a Carmen, una mujer española que vive en México en loas años 90 y es maltratada por su marido. La verdad, estoy muy orgullosa de la evolución de mi carrera, pues he visto cómo todo el esfuerzo ha ido dando sus frutos. Por supuesto, queda mucho camino por recorrer. México es inagotable y generoso, si tú trabajas duro, el regalo es aún mayor.

—¿Qué es lo que más echa de menos de España?

—Sin duda a mi familia. Es duro estar tan lejos y poder verlos sólo cada nueve meses o un año. Siempre los tengo en mente y cada meta que alcanzo allí se la dedico a ellos. Tengo la suerte de que mis padres siempre me han apoyado y han creído en mí, de ellos he aprendido a ser fuerte y responsable. Sé que ellos no lo pasan bien teniéndome tan lejos, pero están felices porque ven que estoy cumpliendo mi sueño. Respetan mis decisiones y celebran mis triunfos. Por supuesto, también extraño a mis amigos... y la comida! Y pasear por la parte antigua de Cáceres y por las calles del centro de Madrid.

—¿Cuáles son tus planes a corto plazo?

—Tengo previsto el rodaje de un cortometraje en marzo y antes de eso algunos castings para televisión. Quiero seguir trabajando duro en México, sobre todo en el mundo audiovisual, pero tampoco quiero perder de vista al panorama laboral de aquí. Lo ideal sería poder moverme entre los dos países, según cada proyecto. Estaré donde esté el trabajo, pero opino que la calidad de vida en España es incomparable. En esta profesión es difícil planificar el futuro, estamos acostumbrados a vivir el presente y disfrutar al máximo el aquí y ahora, como los personajes en la ficción.