Nadie escribe del crimen como Richard Price. A la vez casi reportero y casi poeta, ha pisado los paisajes urbanos más resbaladizos y convivido con la policía para escribir novelas tan factibles como literarias, vibrantes. Y luego están sus guiones para cine y televisión, entre los que se cuentan de El color del dinero a The night of, pasando por grandes episodios de The wire. Su último trabajo para series es El visitante, adaptación de la novela de Stephen King que ha escrito casi en su integridad (dejó un par de episodios a su colega Denis Lehane) y desarrollado para HBO. Como en The night of, la cuestión principal es saber si alguien, aquí el entrenador de béisbol infantil que encarna Jason Bateman, ha cometido o no un crimen atroz. Unas horas antes de la première de la serie en Los Ángeles (en España podrá verse el lunes), conversamos con Price sobre los desafíos de esta adaptación y el futuro que espera a las versiones audiovisuales de algunos de sus propios libros.

-Richard Price adapta a Stephen King. La idea es gloriosa, pero tampoco muy esperable. ¿Cómo acabó en este proyecto?

-Media Rights Capital [productora de Ozark] se había hecho con los derechos del libro. Como la novela tiene elementos de procedimental policial crudo, me vieron como buena opción. Iba a escribir el piloto, pero acabé escribiendo casi toda la serie.

-¿Es un lector habitual de King?

-No conozco a nadie a quien no le guste. Casi todo el mundo ha quedado marcado por novelas suyas, y no suelen ser las mismas.

-¿Cuáles le han dejado huella?

-Me gusta mucho El resplandor. Recuerdo haberla leído en el ático de una mansión victoriana al norte del estado de Nueva York. Me sentía dentro del libro, como un personaje. También me marcó mucho la lectura de Cujo.

-King es, al parecer, también fan de usted. Dijo maravillas de The night of.

-Y no solo eso, también ha dicho cosas buenas de libros míos. No porque yo se lo haya pedido, sino porque ha querido.

-Las premisas de The night of y El visitante no son tan distintas. Ambas series parten de la pregunta ¿lo hizo o no lo hizo? ¿Se siente atraído por esa clase de ambigüedad?

-Es una coincidencia. De hecho, no caí en ello hasta después de haber acabado de escribir, cuando alguien vio algunos capítulos y me lo comentó. Es curioso, eso es verdad.

-Aquí hay un giro sobrenatural. Eso es más inédito en su carrera.

-Siempre había querido hacer algo fantástico. Quizá no una novela ni una serie muy larga, pero… algo. Mi familia tiene un largo historial de acontecimientos inexplicables, aunque seguramente un psiquiatra podría explicarlos sin problema. Por otro lado, hace 20 años, tuve la bendita idea de participar en una sesión de ouija, y fue la experiencia más terrorífica de toda mi vida.

-¿Esta serie puede ser un punto de inflexión para usted a nivel creativo?

-Diría que no va a ser así. Cada escritor tiene su hogar, su tono, su territorio, su humor… Mi idea es volver a casa. Pero si hay segunda temporada de El visitante, lo que parece bastante seguro, seré yo quien la escriba. Esta vez la historia sería mía y no de King.

-¿Cuáles fueron los principales desafíos de la adaptación?

-El principal era que había que hacer diez horas de serie, pero el libro no daba para eso, a pesar de ser voluminoso. Tiene mucho monólogo interior, mucha escritura expositiva… Y todo eso se iba a ir fuera. Un libro no es una serie de televisión. Para que funcione en pantalla, hay que practicarle la cirugía más severa. Un libro puede ser libresco. Una serie no debe serlo. Así que me vi obligado a escribir nuevas escenas, nueva acción, nuevas relaciones, siempre manteniendo el espíritu de la historia original.

-Según dijo en una entrevista con Interview, decidir una estructura es su parte menos favorita de escribir una novela. ¿Por eso ha respetado bastante a rajatabla la estructura ideada por King, al menos durante el arranque?

-Sí, es la misma estructura no lineal, aunque he tratado de depurarla. El escritor puede ir en las direcciones que le plazcan. En una película o serie, todo ha de verse claramente en la pantalla.

-¿Le costó mucho decidir qué se quedaba y qué iba fuera?

-Cada persona tiene un método. El mío es coger el libro, deshuesarlo todo lo posible y extraer los huesos clave, las cosas más importantes que pasan. Pasa esto, después esto, más tarde lo otro… Luego debo pensar: ¿cómo voy del hueso A al hueso B y después al C? Has de convertir esas transiciones en algo bidimensional. Recubrir el esqueleto de carne. El miedo, además, es algo bidimensional. Uno de los retos era cómo dar una forma física a los sentimientos de angustia y temor de los personajes.

-¿Qué pasó con las adaptaciones al cine de La vida fácil y Los impunes?

-Con La vida fácil, lo que pasó es que yo mismo traté de escribir el guion y, por supuesto, el resultado fue desastroso. No tengo objetividad cuando adapto libros propios. Es demasiado para mí. Acabo siempre poniendo la vajilla entera en el fregadero. Los impunes está en manos de HBO. Sé que quieren hacer una miniserie, pero no puedo encargarme de escribirla para la pantalla. Aunque sí trabajo en una continuación de Los impunes.