Después de una primera temporada claustrofóbica y, todo hay que decirlo, algo falta de tensión narrativa, La peste ha vuelto este año reconvertida en un thriller histórico más accesible y de pulso firme. Alberto Rodríguez solo dirige dos episodios, pero se nota su influencia (esa visión del género como vehículo para la reflexión social) en toda la temporada.