Gabriel García Márquez, posiblemente el autor latinoamericano más influyente del siglo XX, cumple hoy 80 años. A esa celebración se unirá en mayo el 40º aniversario de la aparición de su obra maestra, Cien años de soledad, la saga de la familia Buendía, y en octubre, los 25 años de la concesión del Nobel de Literatura. Diversos actos internacionales y publicaciones celebran esa batería de efemérides, y el primer editor de la novela en Argentina, Francisco Porrúa, residente en Barcelona, lo recuerda.

Porrúa tiene 84 años de hierro, una fuerza profunda en sus palabras y una modestia casi sobrenatural. Ahí es nada. Entre sus poderes se cuentan haber dado a luz editorialmente a Cien años de soledad en la editorial argentina Sudamericana y, muchos años después y ya en Barcelona, El señor de los anillos , en Minotauro. O lo que es lo mismo: ser el padre editorial de dos de los libros más leídos en castellano y en inglés. Pero él relativiza méritos y se ríe cuando en la prensa latinoamericana, francesa, italiana o británica --rara vez en la española-- se le define como editor legendario o totémico. Comedido, prefiere definirse como "sensato".

JUBILACION SECRETA Este gallego trasplantado a Argentina, que fue uno de los grandes editores del país austral en los 60, vive una jubilación secreta en Barcelona. "Creo que Cien años de soledad se ha convertido en mi segundo apellido, porque todo el mundo lo añade a mi nombre. Es parte de mi destino", afirma con resignación filosófica.

La lectura de tres libros --La hojarasca , Los funerales de la Mamá Grande y El coronel no tiene quien le escriba -- que le facilitó Luis Harss, un autor de Sudamericana, le deslumbraron. "Me dije: ahí hay un escritor".

Francisco Porrúa pidió permiso para editar esos libros en Argentina, pero Gabo contraatacó ofreciendo el manuscrito de la novela que por aquel entonces estaba escribiendo, la saga de la familia Buendía.

"No hubo mérito por mi parte, no creo haber hecho nada extraordinario, la valía de la novela era incontestable", dice y ni siquiera esboza una pequeña sonrisa de satisfacción cuando se le recuerda cómo otros, como Carlos Barral o los lectores de Losada, no lo vieron tan claro.

GRAN POLVAREDA Cien años de soledad apareció en mayo de 1967 y levantó una gran polvareda. El editor reparte méritos: "Solo hoy me doy cuenta de que Buenos Aires, con la efervescencia cultural de entonces, era el lugar ideal para que apareciera la novela".

Los primeros 8.000 ejemplares se vendieron en tan solo 15 días. De ahí se irradiaron al mundo. ¿Contactó con Carmen Balcells? "Supongo que sí, debimos comunicarnos con su agente en Barcelona, pero yo solo recuerdo las cartas que nos cruzamos Gabo y yo ". Una de esas misivas aparece como prólogo a la edición conmemorativa que acaba de publicar Mondadori y que recoge la portada de la edición príncipe.

"Gabo tenía una conversación muy literaria--recuerda el editor--. Si yo guardaba las cerillas apagadas en la caja porque no encontraba un cenicero, él me decía que estaba guardando las esperanzas muertas".

Cuarenta años más tarde, aquellos recuerdos tienen la textura del sueño.

"Ahora ya no nos vemos tanto. En cierto modo, se ha hecho más inalcanzable para todos, pero de vez en cuando las circunstancias nos acercan y recupero la emoción de la primera vez que nos vimos, cuando fui a recogerle a las cuatro de la madrugada en el aeropuerto de Buenos Aires. El sigue siendo igual. Tan amable y sencillo como fue siempre".