Fito Páez vuelve con un álbum frondoso, La conquista del espacio, que funde baladas orquestales, folclore y rock’n’roll atravesando las turbulencias de los tiempos modernos y buscando vías de salida. El cantante y compositor de Rosario (Argentina) espera poder presentarlo en directo España en la primavera del 2021.

—Un título discreto, contenido...

— Es un poco épico, pero también paródico, dado que el país nuestro está en una marginalidad bastante importante, con la situación económica dura. La conquista está en todo: en la relación de pareja, en decirnos la verdad, en el abrazo, en el derecho que te ganaste...

—¿Diría que es un disco influido por el entorno social o político?

— Sería pretencioso por mi parte decirlo. Pero a mí siempre se me cuela algo de eso: en Las cosas que me hacen bien, por ejemplo, que habla de algo que ocurrió aquí, cuando a uno lo mataron para robarle el teléfono. Esa canción me sirvió para entender el álbum a partir de la persona que trata de salir de una tormenta y que lo consigue.

—La canción ve la luz después del episodio de George Floyd en Estados Unidos.

— Sí, es un poco más de lo mismo. Alguien decía el otro día que esto ha sucedido siempre, lo que pasa es que ahora hay móviles y se filma. En Argentina también hay una violencia de estado que se ejerce de una manera brutal. Parece que forme parte de la condición humana. No hay más que recordar aquella escena de 2001: Una odisea del espacio en que dos grupos de monos se pelean por un charco de agua, y uno termina liquidando al otro. Y aquel palo que vuela al aire se transforma en una nave espacial. Con un corte de plano, el maestro Kubrick retrata la historia del hombre.

—Destaca La canción de las bestias, pieza muy sentida y con cuerdas clásicas.

—Lanza la pregunta de «cómo creen que se puede arreglar / un mundo donde todos llevan la razón». Es el tema más político, y un descargo de mi parte de bestia, contra los discursos dominantes en los que el otro siempre comete el error y vos lo señalas con el dedo. Refleja el núcleo de la vida política mediática, que es una materia fecal, intoxicada por materiales de captación de votos. nada más. Ahí saco la parte de bestia mía, de autocrítica.

—¿Diría que el coronavirus ha modificado su relación con la música?

— No, francamente. He seguido tocando el piano todos los días, con cinco o diez minutos de improvisación, aunque esta vez me

pareció que debía haber un registro de eso, y lo grabé con el teléfono. He escrito mucho y la música me ayuda a escribir: Haydn, Bach, Beethoven, Mozart, Strauss, Mahler...

—Tras invertir tanto tiempo, energía, capital intelectual y dinero en un disco, ¿es frustrante que vea la luz en un momento así, con la gira aplazada y un horizonte inmediato incierto??

— He aprendido a sobrevivir con lo que hay. Me imagino en una guerra: tenemos cuatro balas y hay que usarlas bien. No pienso en qué general nos mandó ahí. El álbum trata un poco de eso. Ya volverán los conciertos, y en formatos nuevos. Y hay que divertirse, más que enojarse o preocuparse. Sea lo que sea, me interesa. Lo que me preocupa son los muertos. ¿Cuánta gente ha muerto en España? Es un montón de gente. Es como un genocidio argentino.