Sobre Roger Ailes, el que fuera estratega de Nixon y Reagan, pero conocido sobre todo como antiguo presidente de Fox News, se han vertido ya océanos de tinta y producido un buen documental, 'Divide y triunfarás. La historia de Roger Ailes'. Solo faltaba el tratamiento de 'biopic'. Antes de una película dirigida por Jay Roach, llega una miniserie de siete capítulos desarrollada a medias por el cineasta Tom McCarthy, quien exploró el medio periodístico en 'Spotlight', y el guionista-productor Alex Metcalf, cuyo currículo incluye 'Heridas abiertas'. Movistar Series estrena este original de Showtime en la madrugada del 30 de junio al 1 de julio; cada lunes habrá nuevo episodio.

Como el citado documental de Alexis Bloom, 'La voz más alta' no pone en duda el olfato de Ailes para los negocios, pero se centra sobre todo en sus facetas más oscuras, y muy en particular, su conocido historial como depredador sexual. Russell Crowe (en su primer papel significativo en televisión desde sus días en 'Vecinos') se transforma físicamente, látex mediante, para dar vida a un hombre cuyo historial criminal incluye también la polarización del discurso político en EEUU. Naomi Watts encarna a la presentadora Gretchen Carlson, quien presentó contra él una determinante demanda por acoso sexual.

Es un relato preciso, aunque no exhaustivo. Un poco al modo de Aaron Sorkin en 'Steve Jobs', los guionistas han preferido centrarse en periodos concretos (años, no días), siempre a partir de los textos del periodista Gabriel Sherman, autor del libro que casi da título a la serie ('The loudest voice in the room') y cronista de sus fechorías desde las páginas de 'New York'. Sherman estuvo tan pegado a Ailes que sale en la serie, interpretado por Fran Kranz.

AÑOS DE GLORIA Y TIRANÍA

La miniserie arranca con la muerte de Ailes en el 2017, a causa de un hematoma subdural, para después viajar atrás en el tiempo a esos años significativos. El primer episodio, '1995', dirigido con pulso y sentido del ritmo por Kari Skogland, nos muestra los albores de Fox News. Fichado por el magnate Rupert Murdoch para lanzar una cadena informativa de cable, Ailes recomendó no buscar a todos los espectadores posibles, sino tan solo a los conservadores, en principio alienados por informativos dirigidos a una supuesta élite liberal esnob. Murdoch vio el filón.

Lo que no quiere decir que diera a Ailes la aprobación en todo. Cuando el presidente de Fox News pretende despedir a una reportera solo por tener una opinión diferente a la suya, Murdoch le informa con resignación de que ella ya ha dimitido. Tras las puertas cerradas, Ailes era capaz de cosas todavía peores que una bronca. En un momento especialmente turbador, una aspirante a presentadora ha de soportar que su audición acabe con su jefe potencial metiéndole un dedo en la boca y preguntándole: "Cómo te llevas con tu padre?".

El segundo episodio, '2001', aborda el liderazgo del personaje durante la mañana del 11-S. Sin pensar mucho, aprobó que se emitieran las imágenes de gente cayendo al vacío desde la Torre Norte. Y el tercero (último que hemos podido ver; son siete en total), '2008', gira en torno a su animadversión hacia los Obama. Aniles animó a sus empleados a difundir rumores falsos sobre Michelle; también pidió, sabiendo cómo se escucharía eso, que en las emisiones se refiriesen al candidato demócrata como Barack Hussein Obama.

EL PROBLEMA DEL DISFRAZ

Parece inevitable comparar 'La voz más alta' con 'El vicio del poder', el inclasificable experimento narrativo de Adam McKay sobre la carrera política de Dick Cheney. En ambos casos, un actor no estadounidense (Christian Bale en el segundo) se somete a largas sesiones de maquillaje y cambia de acento para encarnar a una controvertida figura conservadora.

Todo ese látex distrae y crea una conciencia constante del artificio, cuando no una apariencia humorística, algo que servía bien a la sátira de 'El vicio del poder', pero no tanto a un drama más directo, oscuro y poco irónico como este; el tono deja de ser el buscado.

También se retoca la cara a Sienna Miller para que se parezca a la buena esposa Beth Ailes. Qué sentido tiene confiar en caras conocidas y carismáticas para después dejarlas irreconocibles? Como ardid publicitario, esas transformaciones pueden ser efectivas, pero a largo plazo parecen perjudiciales para el proyecto. Imagínense a John Goodman o, mejor aún, Douglas Urbanski (el tesorero Larry Summers de 'La red social') en ese mismo papel. Ahí emergería el verdadero terror.