Ni crédulo, ni incrédulo, ni religioso ni irreligioso, ni comunista ni burgués (ni mucho menos anticomunista), ni anarquista ni totalmente en contra, ni creyente ni increyente (en la magia, por ejemplo). Escéptico sin serlo, ni ateo del todo, tal vez --no lo creo-- descreído, materialista hasta cierto punto, fiel e infiel, hereje sin saber de qué, anticlerical con lagunas, irreverente, libertino, solo en principio impío; sacrílego solo en las formas, descatolizado como solo puede serlo un español, que no es demasiado". Todas estas contradicciones caben en un solo creador, Luis Buñuel. Así le retrató su gran amigo el escritor Max Aub, que pretendía convertirle en el personaje protagonista de la que hubiera sido su última obra de ficción.

Los textos previos reunidos por Aub para la realización de aquel trabajo, prólogos, fragmentos, capítulos acabados y varias horas de entrevistas transcritas (de grabaciones previas en casetes), aparecen ahora bajo el título Luis Buñuel, novela (Cuadernos del Vigía) y coinciden en el tiempo en las librerías con Luis Buñuel. La forja de un cineasta universal (1900 -1938), la biografía del hispanista Ian Gibson sobre los años españoles del cineasta, antes de que el exilio le condujera a Estados Unidos, México y Francia.

Ambos libros son excelentes para desbrozar la figura compleja y paradójica del realizador de Viridiana, posiblemente porque el principal responsable de que buena parte de los ensayos y estudios dedicados a su vida y su obra --incluidas sus memorias, Mi último suspiro , facturadas por Jean-Claude Carrière--, estén cargadas de errores e imprecisiones. Y es que a Buñuel no le gustaba nada que hurgaran en su vida, en su pensamiento. Es, como le define Gibson, un dark horse , alguien remiso a confesarse ante los demás. Y muchas veces mentía o desvirtuaba la realidad para esconderse mejor.

RESTAURAR EL ORDEN Max Aub y Buñuel eran amigos desde 1925. Al primero, en 1967, la editorial Aguilar le propuso escribir una biografía del realizador. Aub aceptó el envite y, lo que es mejor, lo aceptó el remiso Buñuel, aún a sabiendas de que podría mentirle a los demás pero no a su viejo amigo. Lo que Carmen Peire, aubóloga de pro y responsable de la edición de Luis Buñuel, novela , ha hecho es reestablecer el orden ideado por Aub para las miles de páginas depositadas en la Fundación Max Aub de Segorbe, Castellón. Ha intercalado las entrevistas con los textos y coronado el volumen con una segunda parte dedicada a la vanguardias artísticas de principios del siglo XX que sitúa al director de Calanda en su contexto histórico. "Aub no acaba la obra porque un infarto se lo lleva de improviso. Es un hombre de 69 años en plena posesión de facultades y eso se percibe en los textos, que están ya muy editados. Yo dudé mucho al principio, pero sentí que había encontrado la forma definitiva cuando leí que Aub pensaba escribir una novela orl", dice Peire, segura al fin frente a un texto que no ha sido sancionado por su autor.

El Buñuel que sale de estas páginas es impagable y tan contradictorio como lo retrató su amigo. "La mayoría de las obras que hablan de Buñuel lo hacen desde la admiración, pero aquí son dos creadores que se relacionan de igual a igual", precisa la editora. También cuenta con un bonus track , un disco que reúne las grabaciones que se conservan de aquella experiencia y que devuelven la voz bronca y baturra del aragonés y la más gangosa de Aub, en plena complicidad.

REVELACIONES Las afirmaciones de la conversación tienden al desconcierto. Aub conduce pero en ocasiones, se puede percibir por los textos acabados que se conservan, disiente en absoluto de las opiniones de su amigo. Así nos enteramos de que la vaca del ojo rasgado de Un perro andaluz no estaba viva, pero que a Buñuel no le hubiera importado que lo estuviera y que le pusieron rimmel al despojo. Que le

gustaba disfrazarse de cura y que una vez lo hizo de monja. Que en Cadaqués intentó asesinar a Gala, ahogándola, mientras el pintor Salvador Dalí, su marido, imploraba que no lo hiciera. "Nunca vi a nadie con tanta mala leche", sentencia sobre ella.

A los 18 años, tras haber amortajado y vestido el cadáver de su padre, decidió dormir en la cama donde este acababa de morir con una pistola bajo la almohada para combatir al fantasma paterno que se le había presentado en una pesadilla la noche anterior. "A mí las armas siempre me han dado mucha seguridad".

"Siempre he sido muy tímido con las mujeres", asegura el director Tierra sin pan (una polémica película documental sobre la comarca extremeña de Las Hurdes), pero unas páginas más tarde no tiene el menor reparo en hablar de las orgías en las que participaba en casa del cómico y director Charles Chaplin --"Chaplin personalmente era un ser despreciable", revela--: "Yo no sé cómo se las arreglaba, pero lograba que las mujeres se pelearan entre sí, y era bastante extraordinario".

Y más paradojas. "No he sido comunista", asegura a su amigo, aunque en otro fragmento mucho más revelador no se corta diciendo: "No soy demócrata. Creo en las dictaduras, fui estalinista hasta su muerte...".

Y qué decir de la visita que en 1971 hizo al Palacio del Pardo, donde fue recibido personalmente por el dictador Francisco Franco. Al director de El discreto encanto de la burguesía le divertía contar la anécdota: "Bien, muy bien. Es un tipo estupendo. Con una visión... Fenomenal tipo. Muy simpático. Estuvimos hablando media hora. Pero lo que más me gustó es que cuando me marchaba se acercó a la puerta y gritó: 'Carmencita: haz una tortilla con chorizo para Buñuel, que se marcha'. Muy español, muy español".