España es para el escritor Luis Landero «una familia mal avenida donde se masca la tragedia», al igual que la que protagoniza su novela Lluvia fina, en unos tiempos de miedo como los actuales donde basta con ver Twitter: «Ahí han salido las peores cosas del ser humano. Estamos a medio civilizar», dice.

Landero (Alburquerque, 1948) presentó ayer Lluvia fina, editada por Tusquets, la última y décima obra del autor que hace 30 años publicó su primera novela, Juegos de la edad tardía”, con la que obtuvo los Premios Nacionales de Narrativa y de la Crítica.

Esta última novela surgió de un suceso que leyó en la prensa sobre una reunión familiar que había acabado en una «gresca enorme con un muerto y heridos»: «Algo se activó en mí y vi la novela hecha, hasta el título, que siempre suelo poner al final», una historia que tiró de él, recordó, de tal forma que ha sido el libro que menos le ha costado escribir.

Lluvia fina cuenta cómo Gabriel, tras mucho tiempo sin apenas tratarse con sus dos hermanas, decide llamarlas y reunir a toda la familia para celebrar el 80 cumpleaños de la madre e intentar así reparar los viejos rencores que los han distanciado durante tantos años. A través de Aurora, la confidente de todos los miembros de la familia, se irán conociendo sus vidas y los conflictos reprimidos agravados por este intento de reconciliación.

Landero explicó cómo los recuerdos de la infancia y la adolescencia son subjetivos y «sinceramente inventados» y cómo la imaginación va reescribiendo el pasado: «Pero cuando un tópico fragua, no hay forma de desmontarlo», aseguró ayer en Madrid.

Y lo que pasa en una familia puede pasar en un país, «que inventa un pasado imaginario y épico que, aunque no deja de ser una invención poética, se transforma en un mundo de creencias impermeable a los hechos», añadió el autor de La vida negociable.

España es para Landero una familia mal avenida. Y en ella se masca la tragedia, «la de la guerra civil, a la que volvemos continuamente», señaló.

la historia surgió en 2017 / El autor extremeño rememoró cómo comenzó a pensar esta novela en agosto de 2017 y cómo, durante varios meses, siguió con «verdadera angustia» lo que ocurría en Cataluña, «Dedicaba diez horas diarias a seguir las noticias», y por eso cree que puede haber una similitud de esa situación con esta historia sobre una tragedia familiar.

«Esa incapacidad de entenderse basándose en creencias donde el diálogo es imposible» es similar, indicó el escritor, a situaciones en las que «todo son enmiendas a la totalidad».

Y en las que se manejan grandes frases para hablar de un «mundo fantástico y épico»: «Pero lo triste es que el discurso tan solemne y noble en apariencia, el de la identidad de los pueblos, es en verdad una historia vulgar y mezquina: el aprovechamiento de una burguesía corrupta y rancia», consideró Landero.

«Apelan a las grandes palabras, a la identidad, a la pureza y a la primacía para crear una invención que no por ser imaginaria es menos terrible», señaló el autor, que no obstante admitió que estas cuestiones le «sobrepasan».

En el tiempo de la ira / Pero «contra las creencias no se puede hacer nada», recalcó el premiado con el Dulce Chacón por El balcón en invierno, que dijo que la historia de su obra transcurre en seis días, «que es el tiempo de la ira».

Porque la especie humana tiene tal tendencia al rencor, a la inquina y al egoísmo que, añadió, las cosas no van tan mal como podrían ir: «Solo hay que ver Twitter; ahí han salido las peores cosas del ser humano. Estamos a medio civilizar», destacó.

A sus 70 años, Luis Landero dice que sigue escribiendo con la misma ilusión que cuando tenía 15, intentando dar lo mejor de sí mismo en cada frase.

El estilo, indicó, debe ser bonito y eficaz al mismo tiempo, de tal forma que cada frase resplandezca sin que se note: «Si me sale una frase demasiado bonita, la borro. Hace tiempo que renuncié a escribir la página perfecta».