Anna Dahlqvist es una periodista sueca nacida en 1975 especializada en temas de género, sexualidad y derechos humanos. Esta activista, ha escrito un libro que deberíamos conocer todas las personas con una mínima preocupación o sensibilidad sobre el futuro más inmediato. Es solo sangre. Rompiendo el tabú de la menstruación (Navona Editorial, 2019) es la lucha contra el estigma creado en torno a la regla. Al fin y al cabo, son más de dos billones de mujeres en el mundo las que menstrúan. Un tabú, otra discriminación, que sufren niñas que en países como Uganda o Bangladés les impide asistir a la escuela por falta de saneamientos y acceso a agua potable. Para evitar ese estigma, en los últimos diez años «la regla ha pasado de ser una cuestión individual y familiar a ser un asunto público», nos aclara su autora. «En 2014, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas manifestó, por primera vez, que el estigma en torno a la regla y la falta de medios para gestionar la menstruación representaban un escollo en la lucha por la igualdad y menoscaban los derechos humanos de mujeres y niñas». Para hacérnoslo mirar. Les invito a que lean esta entrevista, al menos, para que nos ayude a pensar. O mejor aún, reflexionar. Pasen y lean.

--¿Es solo sangre?

--Sí, solo es sangre. No es una muestra de debilidad, no es nada vergonzoso, no es una prueba de madurez sexual ni ninguna de las otras maneras de representarlo. Existe de su propio derecho - una función biológica humana-, pero viene con tantas experiencias como hay menstruadoras, y nos afecta de muchas maneras diferentes.

--¿En qué momento decidió romper ‘el tabú de la menstruación’?

--Creo que fue en 2014, leyendo un articulo sobre chicas en Sudáfrica que perdían clases porque no podían gestionar sus reglas en el colegio. No tenían protección menstrual, ni acceso a baños o agua en los días de clase. Y me enfadé tanto, pensando en cómo se nos alaba por dar a luz, pero nos avergüenzan por nuestra capacidad de quedarnos embarazadas. También me di cuenta de cómo me avergoncé en mis periodos de menstruación - a pesar de ser una feminista, viviendo en Suecia - y del hecho de haber aceptado el silencio alrededor de la regla en mi propia vida.

--‘La cuestión misógina asociada a la sangre menstrual atraviesa tanto al hinduismo, como el judaísmo, el cristianismo y el Islam’. ¿Por qué cree que ocurre?

--Creo que la raíz es la estructura global patriarcal, y todas las grandes religiones están estrechamente conectadas con esa estructura. Entonces, el hecho de encontrar normas menstruales en las religiones, separando la regla de las relaciones sexuales y actividades religiosas, tiene que ver con la idea de la mujer como la otra, menos digna en una jerarquía de género. Es necesario controlar el cuerpo femenino, sino se convierte en una amenaza para la estructura de poder.

--’Gendered shame’, ‘una vergüenza con marca de género’. Tras tantos años viajando, y formándose en esta cuestión, ¿qué podemos hacer las mujeres para evitar esa ‘marca’ en nuestro día a día?

--El cambio se tiene que hacer a muchos niveles; la cuestión central es reconocer que no es un asunto exclusivamente privado, sino también uno político. Tenemos derecho al conocimiento (a través de la investigación, información y educación), a una protección menstrual más efectiva y cómoda, atención médica cuando es necesario (graves pérdidas de sangre, SPM, SCMP, menstruación dolorosa, endometriosis). Entonces, ese cambio tiene que buscar la manera de entrar en los colegios, lugares de trabajo, instituciones políticas, la sanidad, las universidades, los medios de comunicación, la cultura. Pero, como menstruadoras, podemos empezar por hablar de manera más abierta, compartir experiencias sin vergüenza, no aceptar que nos silencien, cambiar la manera de ver nuestros cuerpos como si necesitaran ser controlados, como sucios. No es fácil, necesita práctica. Para mí, he tenido que pronunciar la palabra regla delante de otras personas unas cien veces, antes de poder hacerlo sin vergüenza ninguna.

--¿Qué papel juegan en todo esto, las grandes marcas, de higiene femenina?

--Las grandes marcas de higiene fomentan la vergüenza a tener la regla. En su comercialización de productos, crean una necesidad de ocultar la regla - mantenerse limpia, blanca, sin pérdidas, sin manchas, sin olores - como si no existiera. Y como si fuera un desastre si alguien notara que estamos sangrando. Ganan mucho dinero con nuestra vergüenza, y eso es vergonzoso. También se resisten a la idea de que los productos reutilizables sean el futuro en un mundo en el que ya no podemos gestionar más residuos de plástico.

--Según la Unesco, en África Subsahariana, 1 de cada 10 niñas, no asiste al colegio cuando menstrúa. En países como Uganda, la escolarización se traduce en que las mujeres den a luz más tarde y tanto ellas, como sus hijos, gocen de una salud mejor, sin hablar, del crecimiento económico, social…, al que se llegaría. ¿Por qué no le ponen solución si los resultados son buenos para todos?

--No es fácil, el cambio tiene que venir en forma de baños en los colegios, agua corriente, gestión de residuos y acceso a la protección menstrual, y eso significa invertir en un grupo que todavía no ha sido priorizado: las chicas. Pero lo que es todavía más difícil es cambiar la mentalidad acerca de un asunto, rodeado de mitos, miedo, ideas erróneas. Y en general las posiciones de poder están ocupadas por hombres. A esos hombres, durante muchas generaciones, les han inculcado que no deberían involucrarse en el tema de la menstruación, que no saben nada, o muy poco, acerca del tema. Y las mujeres, bueno, han sido y siguen siendo silenciadas. Pero también vemos muchos cambios, especialmente desde que tenemos esta información, vinculando la regla, la educación y la economía.

--Ahora, la regla, ya se encuentra en el debate político, ¿cuánto más, nos queda por hacer?

--Como ya dije antes, el cambio se tiene que hacer a muchos niveles, y no hace más que empezar. Tenemos que asegurarnos de que eso se convierta en algo que forma parte de una conversación continua, no solamente algo que descubrimos y comentamos durante un año. No funciona así. Y no podemos limitarnos a hablar, necesitamos recursos dedicados a la investigación, inversión en protección menstrual, difusión de conocimiento. Y tenemos que asegurarnos de que no sea exclusivamente un asunto de mujeres. Es un asunto humano, nos afecta a todos, menstruadoras igual que no-menstruadores.

--¿Qué aprendió como mujer de todas esas niñas que ha ido conociendo en sus viajes?

--¡Lo importante que es dar voz a las necesidades de las personas! La valentía ha sido muy inspiradora, ir en contra de las normas menstruales, ir a clase a pesar de la dificultad de gestionar la regla en el colegio. Y, por supuesto, conocí a tantas mujeres, luchando por los derechos menstruales, exponiéndose así, vulnerables al odio y a la resistencia.

--¿Y de los hombres?

--Que tienen un papel importante que jugar y que, entre los hombres, también podemos encontrar muchos recursos, hombres que quieren participar en la lucha y hombres que reconocen que es un asunto importante.

--Si usted tuviera capacidad de decidir, ¿qué es lo primero que haría para romper este tabú?

--Me aseguraría de que se convirtiera en un asunto que se enseña de manera completa en clase, a niños y niñas, tanto en fase inicial como en la fase posterior. Formar a profesores y al liderazgo escolar, y dedicarle tiempo y espacio.