Laura Vital (Sanlúcar de Barrameda, 1980) ha invertido mucho tiempo y kilómetros hasta conseguir el trabajo que quería. ‘Un parto’ nos asegura la cantaora. Un parto nada fácil, porque ‘Tejiendo lunas’ es una costura de cantes tradicionales ‘poco escuchaos’ como las zarabandas, las rosas y las trillas que la sanluqueña rescata con holgura, y que integra con el lenguaje musical de las culturas griegas, romanís o árabes. No ‘teje’ sola. Le acompañan las cuidadas letras de Gaztelu o Juan Bau Herranz y las guitarras de Riqueni, Niño Pura o Eduardo Rebollar. A este trabajo avalado por el premio al Disco Revelación por la Crítica Nacional de Flamenco, en los premios ‘Flamenco Hoy’ del pasado año, también lo acreditan los sabores, olores y mestizajes que Laura Vital supo integrar mientras viajaba a esos países, y grababa con los músicos en sus lugares de origen. Laura ‘teje’ cantes y sonrisas, mientras que corta, de forma radical, su larga melena. «Será influencia de la luna» pensamos. Esa misma que mueve las mareas, y los cantes.

--Le agradecemos que seamos el primer medio que acoja este cambio radical de imagen. ¿Pretende dejar algo atrás?

--¡El placer es mío! Lo cierto es que los cambios en nuestra vida y en nuestras emociones definitivamente tienen una relación. Inconscientemente, esas variaciones internas necesitan ser evidenciadas en nuestro exterior, casi como una manera de decirle algo al mundo. Es como una metáfora: el final de un ciclo y el comienzo de otro. Hacerlo a través del cabello no es aleatorio, dado que el pelo es un verdadero símbolo del tiempo que va pasando y que va acumulando todas nuestras experiencias: el mudo testigo de cuánto va sucediendo en nuestras vidas. ¿Sabe? Creo que en cierta manera implica sentimientos de libertad, decisión, voluntad, riesgo y expectativas de una nueva forma de enfrentarme al mundo, escuchar mis deseos. Atreverme con el cambio es algo que me agrada, aunque a veces cueste.

--¿Cuántas lunas ha tenido que tejer Laura Vital para sacar adelante este trabajo?

--(Se ríe) Llevo algunas lunas llenas, otras menguantes, otras crecientes…, los procesos creativos están sujetos a la inspiración, los estados de ánimo, las emociones del momento, así que hubo días muy productivos y otros no que no lo fueron tanto, pero de cada uno de ellos he intentado sacar un aprendizaje.

Para mí era importante también la elección de las letras, quería que cada una de ellas fuera una historia de vida personal, para mostrar una emoción verdadera y cercana a lo que siento, por eso el proceso de elección de los textos ha sido tan laborioso.

Tenían que ser poemas renovados, adaptados a los tiempos que corren, coherentes con mi verdad. Me siento francamente privilegiada de haber podido contar con poetas como José María Velázquez Gaztelu, José Luis Rodríguez Ojeda, Manuel Márquez, Miguel Escobar o Juan Bau Herranz que han puesto su pluma al servicio de lo que yo quería contar y transmitir, de manera preciosa. En cuanto a la elección de los cantes quería contar con un repertorio tradicional, pero a la vez, quería intentar renovar y recuperar algunos cantes en desuso como las zarabandas, la seguiriya del Ciego de la Peña, los cantes de María la Sabina, Juana Cruz, Rosa la Papera, la Toná de Chacón, y atreverme con alguna composición mía como ‘Casa bigote’ y ‘Despertar’ y claro, esto también me ha llevado mucho tiempo, pero ha sido una experiencia muy gratificante y un gran aprendizaje, que en definitiva, es lo mejor que te puedes llevar.

--Romaní, griego.., ¿qué ha sido lo más complicado de ‘tejer’ de todos esos lenguajes y todas esas músicas?

--Lo más complicado ha sido el trabajo de dicción, de vocalización, aunque el folclore de la cuenca mediterránea comparte formas de expresión con la música flamenca, y a mí me apasionan los retos. Poder cantar en otros idiomas me ha permitido descubrir maneras nuevas de colocar el sonido, buscar nuevos timbres, ampliar mi tesitura vocal, en definitiva, conocer mejor mi instrumento.

--¿Qué le llevó a grabar un disco tan multicultural?

--Realmente, no es un disco intencionalmente multicultural, sino el resultado del encuentro con músicos de otras culturas que he tenido la suerte de ir conociendo a lo largo de mi carrera. Es el producto de mi inquietud por compartir, por aprender y dejarme fluir sin complejos ni miedos. La música es el idioma del alma donde sobran las lenguas. En estos tiempos en que nos miramos tanto el ombligo creo que es necesario pensar en suma, en enriquecimiento y mestizaje. Realmente es tan sencillo como seguir con el fluir natural de la música flamenca, que siempre ha sido un arte ecléctico y receptivo, producto de todas las culturas que han pasado por Andalucía dejando su impronta musical. En estos tiempos tan raros que corren me parece bonito plantar una ‘semillita’ y transmitir un mensaje de respeto y tolerancia entre todas las culturas y pueblos.

--Eligió viajar a los países de de los músicos que le acompañan en su trabajo, y grabar allí. ¿Qué aprendió de todo ese proceso?

--Me pareció interesante empaparme del idioma, de la cultura de cada país, de su idiosincrasia..., hasta conseguir un trabajo más auténtico, más genuino, más rico. Creo que a veces las propias tecnologías desnaturalizan los procesos creativos, y al final eso se ve, se siente y se transmite. De cada uno de mis colaboradores y amigos, me llevo el aprendizaje, el disfrute de escucharlos y sentirlos, y el regalo de que estén ahí dando lo mejor de ellos.

--¿Qué sueño le gustaría ‘tejer’ y no soltar a lo largo de su trayectoria profesional?

--A veces la profesionalización nos aleja de quienes somos, nos desnaturaliza, por lo que me asusta desconectarme de esa ‘Laura niña’ que cantaba libre, sin pretensiones; así que, cada vez que tengo miedo o me disperso, la busco, la miro, me sonríe y me indica el camino correcto…(risas)