En sus famosas Crónicas Marcianas, Ray Bradbury narró la primera llegada del hombre al planeta rojo. Un relato que en los años 50 parecía distópico y que hoy el magnate Elon Musk pretende hacer realidad con su proyecto SpaceX. Para muchos, el éxito de SpaceX evidenciaría la incuestionable superioridad de nuestra especie, obligándonos a reconsiderar el significado de naturaleza y los verdaderos límites de la condición humana. Ahora bien, la idea de invertir enormes cantidades de recursos en semejante travesía también suscita opiniones muy dispares.

Neurobiología vegetal

Así, en su libro La nación de las plantas, el conocido experto en neurobiología vegetal Stefano Mancuso (Cataranzo, 1945), nos propone un reto no menos ambicioso: una nueva Constitución que tome como ejemplo el modelo organizativo de las comunidades vegetales, acaso mas expertas que nosotros en materia de supervivencia, sostenibilidad y colaboración. Ocho artículos escritos por y en nombre de las plantas que nos invitan a reflexionar sobre las numerosas deficiencias de nuestras burocracias, cuya estructura vertical y centralizada (al delegar su fuerza en órganos específicos) resulta más vulnerable de lo que parece.

A diferencia de los animales, las plantas no pueden moverse del lugar en el que nacen, circunstancia que las obliga a mantener el equilibrio de su entorno y a establecer relaciones simbióticas con otras especies. En el mundo de Mancuso, las relaciones sustentadas en el mutuo apoyo constituirían la única forma de progreso, hasta el punto de que el autor entiende nuestro cerebro como una «desventaja evolutiva», capaz de escribir Hamlet o La divina comedia, y de ser, al mismo tiempo, responsable de «una serie innúmera de peligros que en cualquier momento podrían borrarnos de la faz del planeta». Y si no pensemos en el fracaso del Protocolo de Kioto o en las polémicas declaraciones del presidente Jair Bolsonaro sobre la situación de la Amazonia; esas en las que tachaba de falaces a quienes la consideraban Patrimonio de la Humanidad.

En suma, el autor desarma «la malsana idea de que es posible crecer de forma indefinida en un entorno cuyos recursos son limitados», abogando por una suerte de Nación universal gobernada por el conjunto de la vida, en la que se favorezcan las «democracias difusas y descentralizadas» y donde se garantice la inviolabilidad de todas las comunidades naturales. Decía Gunter Grass que «la melancolía y la utopía son cabeza y cola de la misma moneda». Quizá este libro nos plantee un futuro utópico, más no por ello debemos ignorarlo. Al fin y al cabo está escrito en la lengua de las plantas. Y la lengua de las plantas es la lengua de la vida.

LA NACIÓN DE LAS PLANTAS

Stefano Mancuso

Galaxia Gutenberg