Las cartas de Juan Valera escritas en los últimos cinco años de su vida dan cuenta de la gran actividad intelectual que el escritor, académico y diplomático cordobés desempeñó hasta el último momento, con corresponsales como Menéndez Pelayo, Muñoz y Pabón, Rodríguez Marín y Ortega y Munilla.

Estas cartas de entre 1900 y 1905 han sido publicadas en el séptimo tomo de su Correspondencia (Castalia) que, en esta reciente edición, suman un total de 3.698 cartas ordenadas cronológicamente en siete volúmenes, el último supera las seiscientas páginas con el índice onomástico de personas, personajes literarios y lugares.

Pese al gran reconocimiento del que gozó Valera en sus años finales, el motivo de su actividad, como le confiesa en una carta a José Alcalá-Galiano, es económico: "Ojalá que pudiera yo enjaretar un par de artículos cada semana, los miserables ochavos que cobro por ellos y que me hacen grandísima falta".

"Ni mi mujer ni mi hija despuntan por sus talentos económicos. Mi sueldo de jubilado es además mezquino, no llega con el descuento a 8.000 pesetas anuales", añade en la misma carta, en la que se queja de los impuestos que, en el año 1900, paga para sostener "un ejército y una armada que tan brillantemente han demostrado su incapacidad y su inutilidad en estos últimos tiempos".

En otra carta a su amigo Mariano Pardo Figueroa, erudito más conocido como Doctor Thebussem, deja claro también sus gustos literarios: "Pero aún suponiendo que Pereda y Pérez Galdos sean genios, no sé por qué he de tener yo la obligación de cantar sus alabanzas".