Luz Casal llevaba años renunciando a colaborar en una biografía autorizada hasta que apareció Magda Bonet, periodista y amiga de la cantante desde que ambas chapotearon en el fango del festival de Reading (Gran Bretaña) de 1978. Bonet firma Luz. Mi memoria es agua (Ediciones B), un libro en el que retrata a una artista singular: una mujer, la primera que despuntó en el rock español, en la que "persona y personaje son lo mismo".

La autora pone las cartas sobre la mesa y confiesa, en el libro, su admiración hacia la intérprete de No me importa nada . "No me importa que se note que me gusta. Eso me suma, no me resta", asegura Magda Bonet, periodista de Igualada con media docena de biografías de mitos del rock a sus espaldas y un presente en las páginas de El Triangle.

Describe a una luchadora con ambición y exigencia; una artista con un estilo que va más allá de las fronteras de los géneros musicales, que es ella misma cuando canta un desenfadado estribillo rockero y cuando aborda un bolero trágico. "Por eso es tan difícil de imitar, porque no está hecha de una sola dirección, sino de mil". Eso dificultó su despegue, en los 80. "No se la entendió: ella no era de la movida, tampoco era heavy... La tenacidad le hizo triunfar, porque nunca ha tenido un lugar concreto. Ella ha creado el espacio Luz , hecho de eclecticismo y de un personaje firme".

En la prehistoria de la artista figuran episodios llamativos: Luz fue corista de Juan Pardo e hizo de Raquel Meller en un espectáculo teatral. Luego, El ascensor fue, en 1980, el punto de partida de una carrera que tardó siete años en afianzarse. "Pero a ella no le gusta analizar su carrera ni hacer conjeturas. Sólo dice: nunca he sido la primera en el hit parade ; ´siempre he sido la segunda, pero siempre he estado allí´".

El libro incluye un fragmento del diario de la cantante, correspondiente a su gira francesa del 2004. El país vecino la inspira.