Un artículo del crítico norteamericano D. T. Max, aparecido en el New York Times en 1998, 10 años después de la muerte del cuentista norteamericano Raymond Carver, confirmaba que el estilo austero, liofilizado y evanescente del autor era, en realidad, producto de las abundantes correcciones de su editor, Gordon Lish. Ahora la edición original de ¿De qué hablamos cuando hablamos del amor? , el libro que colocó a Carver en el Olimpo, se publica el 6 de mayo con el título de Principiantes , sin cortes --Lish eliminó un 50% del total y en algunos cuentos hasta una tercera parte-- y sin aditivos.

Lish, gran impulsor de la nueva narrativa minimalista, vendió su archivo privado a la Universidad de Indiana y allí Max encontró la prueba del delito: los originales del libro profusamente tachados, párrafos e incluso páginas enteras con extensos añadidos que transformaban a veces el sentido de los relatos. Las atribuciones de Lish fueron más allá del mero editing . ¿Cómo permitió Carver que sucediera eso? El editor y el autor se conocieron en 1969, cuando Carver además de escribir dedicaba gran parte de sus esfuerzos a destruirse a base de alcohol. A Lish le sobraba la seguridad de la que Carver carecía. Limó la sentimentalidad del escritor, impuso silencios significativos, cambió títulos y nombres e hizo correcciones brillantes. La correspondencia entre Carver y Lish muestra cómo al principio el cuentista agradecía el trabajo de Lish, pero a medida que se cimentaban su prestigio y su vida personal, las misivas reflejaron que la dependencia le molestaba. En una carta de 1980, poco antes de la publicación de ¿De qué hablamos... Carver admite a Lish que sus "versiones son mejores", pero teme que demasiadas personas hayan leído los cuentos originales como para permitir la publicación del libro. Lish hizo caso omiso, el volumen salió según su gusto y la crítica, admirada, destacó sobre todo el despojado estilo de su autor, ¿de Carver? Ese fue el principio del fin de la relación entre el escritor y el editor.