Paralela a su trayectoria como novelista, la poesía de Dulce Chacón encontró también un cauce propio. Faltaban, como para completar una especie de triángulo de géneros, sus relatos. Aquí están. Con ellos se completa la imagen total de una escritora muerta prematuramente en el 2003, cuando su trayectoria estaba consolidándose en el panorama de la literatura española de principios de siglo.

Dulce Chacón había ganado el premio Azorín con Cielos de barro , su mejor novela, y le había llegado el éxito con La voz dormida , precursora del movimiento de recuperación de la memoria histórica, en la que daba voz a presas de izquierdas durante el franquismo.

La repercusión popular de su figura trascendió el ámbito literario después de su muerte, especialmente en Extremadura, donde colegios, calles o plazas llevan su nombre en algunos pueblos de la región.

En un sentido los relatos que ha reunido en un volumen la editora regional son como prolongaciones de su universo narrativo: aparecen el tono social, la inmigración, los sentimientos amorosos (el azar del amor y la felicidad), la restitución de la memoria histórica y la defensa de los derechos humanos.