"Vivió ligeramente a un lado de su vida para que todo parecido con su supuesto personaje fuese solo atribuible a involuntaria coincidencia". Quien se retrata de forma tan esquiva es José Angel Valente (Orense, 1929 -Ginebra 2000). Más de diez años han pasado desde la muerte del poeta, uno de los más fulgurantes de la generación de los 50 y posiblemente el más recóndito. Por eso la aparición del hasta ahora inédito Diario anónimo (1959 -2000) , editado por el también poeta Andrés Sánchez Robayna, amigo, discípulo y albacea literario, es una buena noticia por lo que tiene de nueva luz dirigida a una figura empeñada en borrar a través de su escritura todas las huellas de sí mismo.

Valente llevó un diario intermitentemente en dos cuadernos de tapas negras y amarillas, respectivamente, a lo largo de 40 años. En total, varios centenares de páginas que salvó de la quema cuando ordenó sus papeles personales poco antes de su muerte, con el cáncer al acecho.

"Las anotaciones son de extensión muy variada, incluyen apuntes autobiográficos, poemas, comentarios sobre lecturas, aforismos, borradores de sus ensayos literarios, anotaciones en distintas lenguas Valente fue traductor de poesía en francés, alemán, inglés e italiano, junto a recortes de periódicos que no se han podido recoger en esta edición", añade Sánchez Robayna. Y es que al poeta gallego que vivió en Almería, Oxford y Ginebra le interesaba todo. La política: ahí está su experiencia y su decepción frente a la revolución de Cuba, con viaje a la isla incluido. Las drogas. La cábala y la filosofía. La literatura y por supuesto, la palabra poética. Sánchez Robayna admite haberse sentido emocionado al leer las líneas en que Valente explica el dolor por la muerte de su hijo Antonio, muerto de sobredosis. Escribe el poeta el 3 de septiembre de 1989: "El 28 de junio murió Antonio. Yo llegué a Ginebra, desde Almería, en coche, el 30. Antonio fue incinerado el lunes 3, a las 2 de la tarde. El 4 de julio por la noche me trasladaron de urgencia al Hospital Cantonal. En las primerísimas horas del día 5, tuve un infarto. Estuve en el Cantonal tres semanas, cuatro en la clínica de Lignière. Luego me reincorporé al Palais, donde ya he estado dos semanas. Hace dos meses largos de su muerte".