En su nueva película, Mal genio, el director de The artist, Michel Hazanavicius, vuelve a echar la vista atrás a la historia del cine. En esta ocasión el francés se acerca a la figura de Jean-Luc Godard, uno de los padres de la Nouvelle Vague y de los grandes cineastas vivos; y en concreto rememora su difícil relación sentimental con la actriz Anne Wiazemsky, recientemente fallecida. Basada en el libro de memorias de esta, Un año ajetreado, la película utiliza el retrato del convulso matrimonio como punto de partida para explorar la crisis creativa que Godard experimentó al compás de mayo del 68, y que lo llevó a rechazar el cine de vocación popular -dentro de cuyos confines dirigió clásicos como Al final de la escapada (1960), El desprecio (1963) y Pierrot, el loco (1965)- para abrazar la radicalidad artística.

-¿Es consciente de que, para muchos cinéfilos, hacer una película sobre Jean-Luc Godard es algo parecido a un sacrilegio?

-Por supuesto que lo soy. Los fans de Godard lo tratan como si fuera una pieza de museo, algo intocable. O, incluso, como si fuera un Dios. Pero nadie es intocable, ni siquiera Godard. Hace unos pocos años se hizo una película sobre Nicolas Sarkozy cuando él todavía era presidente de la República, y no recuerdo que nadie dijera: «¡No se puede hacer una película sobre Sarkozy!». Y ahora, en cambio, la gente me pone verde por haber hecho una película sobre un director de cine de 86 años y, en concreto, sobre algo que pasó hace medio siglo. No lo entiendo.

-Si usted no es fan de Godard, ¿por qué ha querido hacer esta película?

-Es cierto que no formo parte del culto a su figura y a su cine, pero que yo sepa los directores que hicieron películas sobre Julio César o Stalin no necesariamente comulgaban con las ideologías de esos líderes. Y, como todo aquel que hace cine, yo le debo mucho a Godard, porque abrió muchas puertas. La admiración y el respeto que le tengo están presentes en la película.

-En todo caso, en muchas de sus escenas Mal genio critica duramente y hasta ridiculiza a su protagonista.

-Ernst Lubitsch dijo una vez que hasta el hombre más digno es ridículo al menos dos veces al día, y estoy de acuerdo. Además, Godard nunca ha querido ser una figura consensual ni agradar a todo el mundo, de modo que hacer una película que lo pintara con una luz incuestionablemente favorable sería casi como traicionarlo. Y, según dicen quienes lo han conocido, no es un buen tipo. Antes de aislarse del mundo era muy violento, maltrataba públicamente a mucha gente.

-¿Por qué decidió poner el foco en la relación con Wiazemsky?

-Porque el modo en que destruyó su amor es también, de alguna manera, un reflejo del modo en que se destruyó a sí mismo. En su búsqueda de cierta verdad artística y política, combinada con una especie de patología masoquista y autodestructiva, se alejó para siempre del cine popular para empezar a hacer películas abstractas y experimentales de espaldas a la audiencia. Y también para matarse a sí mismo, o al menos al Godard que los demás querían que fuera, tuvo que destruir todos sus vínculos.

-¿Cómo ha reaccionado él ante este largometraje?

-Durante el rodaje pidió leer el guion, y se lo mandé. No obtuve respuesta. Posteriormente, al acabar la película le ofrecí organizar una proyección para él solo, pero tampoco contestó. A decir verdad, pensé que diría algo extremadamente ofensivo de mí, y afortunadamente no lo ha hecho. En todo caso, no creo que jamás vea la película, y no me importa lo que piense de ella.

-En una escena, Godard dice públicamente que los judíos son los nuevos nazis. ¿Por qué decidió incluirla en la película?

-Es obvio que él tiene un problema con los judíos, y yo soy judío. Por eso incluí esas palabras que Godard nunca dijo, pero que perfectamente podría haber dicho.

-¿No lo dijo?

-No, no dijo eso exactamente. En realidad, eso es lo que el político y activista Daniel Cohn-Bendit cree que Godard piensa de los judíos.

-Habrá quien piense que poner en boca de una persona cosas que no dijo y que dañan su imagen es difamar.

-La de Mal genio es mi versión de Jean-Luc Godard, y no tiene por qué coincidir con la persona real. Nadie conoce a la persona real y, de hecho, más que una persona, Godard es un icono de la cultura pop, como Andy Warhol, Elvis Presley y John Lennon. Pertenece a la imaginación colectiva.

-¿Cuál es su relación personal con el cine de Godard?

-Me encantan las películas que hizo durante la década de los años 60, porque derrochan libertad y audacia y una modernidad absoluta. Ninguna de ellas es perfecta como pueden serlo algunas rodadas por Billy Wilder o Stanley Kubrick, pero tienen un poder único. Por lo que respecta a lo que ha hecho después, valoro que nunca haya dejado de evolucionar y redefinirse, pero me resulta bastante difícil sentarme frente a muchas de sus películas. Debo decir que varias de las que hizo en los años 70 ni siquiera las he visto.