Puede dar la impresión de que Juan Gelman es un hombre triste porque su poesía tiene la costumbre de abrirse a abismos inconsolables de desaliento. Pero una mirada más atenta coloca lucidez donde a primera vista se vio solamente desconsuelo. Este judío hijo de rusos y ucranianos, que optó por ser el primer argentino de su familia, tiene motivos sobrados para la tristeza, genes eslavos aparte. Su continua situación de exiliado, la desaparición de su hijo y su nuera embarazada en la dictadura y el largo proceso que le llevó por fin a encontrar a la nieta, ya adulta, que los militares habían dado en adopción en Montevideo, Uruguay. Las obsesiones de Gelman, que vuelven una y otra vez en todos sus poemas, son los temas: la infancia, el amor y la muerte. Pero también, paralelamente a su militancia, primero en el comunismo hasta llegar a los montoneros ("error" confeso del que se arrepentiría más tarde), está la voz de un compromiso que con el tiempo se revela humanista. El Gelman posterior trasterrado en Europa, EEUU y México solo tiene un compromiso con la palabra Y en él se ha gestado la lucidez triste que le ha llevado a escribir: "Si me dieran a elegir, yo elegiría / esta salud de saber que estamos muy enfermos, / esta dicha de andar tan infelices".