Tiene lógica que el festival haya invitado a Quentin Tarantino a impartir una clase magistral de cine. Primero, porque es todo un Palma de Oro --por Pulp Fiction (1994)--; segundo, porque encarna de maravilla el espíritu de Cannes, que promociona la vertiente más comercial de este mundillo y a la vez acoge las propuestas más experimentales --genera para Hollywood un montón de dinero haciendo lo que le da la gana--; tercero, porque lo sabe todo del cine; y cuarto, porque le encanta hablar, y parece destinado a acabar como el abuelo cebolleta que cuenta mil batallas sobre Río Bravo o Los asesinos de la luna de mie l o Necromantic ante un público que, cada vez más, desconoce esos referentes.

"Tratar de hacer una película por tu cuenta, sin un mísero dólar, es la mejor lección de cine que existe. En lugar de ir a una escuela y gastar un montón de dinero para usar sus equipos, inviértelo en un salto al vacío", recomendó el director, que en 1987 hizo exactamente eso al rodar el corto My best friend´s wedding , que casi nadie ha visto.

Antes había pasado seis años estudiando interpretación. "Cualquiera que quiera ser guionista o director debería dedicar un tiempo a ello. En las escuelas de interpretación te enseñan a trabajar con actores, a construir personajes y escenas. Además, aprendes cómo colocarte ante la cámara y, casi por extensión, a colocar la cámara. Sobre todo, aprendes a respetar a los actores".

Tarantino venera a sus actores y, sobre todo, ama a sus personajes casi tanto como a sus maestros.

"Muchos son los que me han influenciado: Samuel Fuller, Robert Aldrich, Sam Peckinpah, Dario Argento, Mario Bava. Pero, aunque también adoro a Scorsese, creo que Leone, De Palma y Howard Hawks han sido mis estrellas del rock".