Roy Batty moría en noviembre de 2019, bajo la lluvia, sosteniendo una paloma y Rick Deckard le mira y se da cuenta de que tiene conciencia de muerte, de que no es un replicante, sino un humano sintiente y pensante, a pesar de sus poco más de tres años de vida útil. A finales de los 80, el replicante creado por Philip K. Dick (¿queda algo de Philip K. Dick por adaptar al cine?) tenía, para los españoles, la cara de Rutger Hauer y la voz de Constantino Romero.

¿No hay gente a la que echan de menos de forma casi dolorosa? Ese señor que te podía doblar una cinta de dibujos animados recitando a Jorge Manrique es un buen ejemplo. El otro, de tanto en cuanto, es Eduardo Haro Tecglen. Qué hubiera dicho Haro Tecglen de esto, nos preguntamos. De lo del GAL, de M. Rajoy, de la pandemia y el veganismo y hasta de la deriva de obras teatrales con moraleja que a tantas compañías les ha dado por montar, aunque su labor como crítico haya sido convenientemente apuntalada. Qué habría dicho Haro Tecglen, qué hubiera escrito Martín Gaite, de qué hubiera hablado Ana María Matute, cómo hubieran observado James Baldwin y Maya Angelou el BlackLivesMatter.

El mejor Hamlet que ha visto mi hermano jamás (y se ha visto unos cuantos) lo interpretó un mozo de 27 años llamado Paapa Essiedu, criado en Londres, pero con familia ghanesa. Esta semana o la pasada estaban los fans rabiando por si, en un futuro, a Aragorn, creo recordar, lo interpretaba Idris Elba. «Aragorn es blanco», decían. Anda, y el príncipe de Dinamarca también, no me jodas. Y Creonte era un tío y, en el Festival de Mérida, Miguel del Arco lo transformó en una madre, lo mismo que, antes, Natalia Dicenta fue Jerjes en Los Persas que dirigió Calixto Bieito.

Y qué

¿Que a mí me gustaría que, en el blanco Hollywood, hubiera más diversidad no entre los actores -que también- sino entre quienes toman las decisiones? Sí. ¿Que me gustaría que hubiera más guionistas, directores, actores diversos? Sí. ¿Que cada creador cuenta las historias como quiere contarlas? También. ¿Que me gustaría que se nos oyera igual que a los hombres varones blancos cishetero? Por supuestísimo. Pero eso no va a pasar. Hasta Daniel Craig tuvo que salir en defensa de una escritora tan enorme como Phoebe Waller-Bridge para decir que no la habían contratado por ser mujer, sino porque es una de las mejores guionistas que hay en la actualidad. Lo dijo Indya Moore, actriz trans: «Somos perfectamente capaces no solo de contar nuestras historias, sino de contar historias, en general. No queremos contar solo las específicas sobre nuestra experiencia como personas trans».

Siempre vamos a ser sospechosos de ser cuota. Y, como decía Haro Tecglen, hablando de los trabajadores: «Les hicimos creer que el hombre más feliz no tiene camisa: qué canallada. Y que el dinero no hace la felicidad: sí que la hace».

Porque, ya lo dijo Virginia Woolf: hace falta un cuarto propio. Hace falta dinero, money, parné, pavos, duros, plata, mangos, panoja.

Antoinette T. Soler, de Afroféminas, lo escribe muy bien: «Sabemos que aunque tengas la mejor formación, en España es casi ciencia ficción que te contraten. Todos estos años me han servido para ver esta parte: quejarme legítimamente, enfadarme, reflexionar, volver a intentarlo hasta cambiar. Cuando el desgaste emocional llegó a su más alta expresión, paré (...) Fue entonces cuando comencé a entender que el emprendimiento para la comunidad negra, no es baladí, es una acción política. Porque solo desde la búsqueda de riquezas propias, se puede tejer un camino alternativo al poder. Ese mismo poder que nunca nos va a devolver nada. No nos engañemos más, los blancos no devolverán el PIB que construyeron nuestros antepasados gratuitamente y a golpe de látigo».

por eso habla de construir un «necesario» edificio de riqueza «para los míos y nuestra comunidad». Porque, sin independencia económica, nada se puede. Bien lo saben los discapacitados, que también están construyendo su propio discurso cultural. Bien lo sabían nuestras mujeres: cuántos matrimonios han durado no por amor, sino porque no había a dónde ir. Romantizamos épocas pasadas como estamos romantizando la educación en casa (eso lo hacen los que no son profesores ni tienen hijos): sin darnos cuenta de que, por ejemplo, el cole es un lugar seguro para muchos niños porque su casa no lo es.

Hemos inventado siempre maneras de contarnos. De decirnos quiénes somos. Junto a ellas, también hemos inventado formas de opresión y de violencia contra los demás. Lo hemos visto en películas, lo hemos visto en canciones, lo vemos en las redes todos los días.

Y la cultura no salva de esto o no del todo: hay gente culta que no es decente. Lo que nos podría salvar es la duda, supongo, con su simpático nombre de perrita rusa (siempre recordaré ese Nuevo pequeño catálogo de seres y estares, de El último de la fila: la duda, la terrible duda). Leer otras cosas, mirarnos más, pensarnos.

Ahora puede ser un buen tiempo para hacer. Ahora que empezamos a salir a los otros.