El rey Juan Carlos camina al lado de Adolfo Suárez, a quien acaba de entregar el Tosión de Oro. Estamos en el 2008 y el expresidente del Gobierno ha perdido la memoria. Aquí nace El azar de la mujer rubia (Alfaguara), donde Manuel Vicent (La Vilavella, Castellón, 1936) repasa siete décadas de historia de la mano de Carmen Díez de Rivera, hija biológica de Serrano Suñer que fue amiga de Juan Carlos y Suárez. Sus páginas destilan un brutal desencanto por la política.

--Mezcla realidad y ficción. ¿Así se hace más digerible la historia?

--Así se hace más literaria.

--¿Hasta dónde llega la imaginación?

--Hasta hacer que el libro sea verosímil. Que el lector o lectora se lo crea y lo acepte.

--¿Por qué escoge la imagen del Rey y Suárez para empezar la novela?

--Es patética y al mismo tiempo próxima. Suárez ya no sabía que era el Rey la persona que estaba a su lado. Es una foto entrañable. La novela es ese paseo por el jardín que en realidad duraría cinco minutos, pero que a mí me sirve para repasar 70 años de historia. La memoria de Suárez es una nebulosa. Pero no tiene nada que ver con la enfermedad porque la enfermedad no es literaria.

--Destila un brutal desencanto por la política.

--La transición empezó como una aventura política maravillosa. Aventura significa viento. La sociedad y los políticos se pusieron de acuerdo en sacar lo mejor de sí mismos.

--Y qué pasó después?

---Qué esa aventura se fue degradando. ¿Cuándo empezó a degradarse? En la segunda legislatura de José María Aznar, que volvió a la época anterior a la transición. Los políticos de Franco eran amigos o enemigos. En la transición el enemigo político se convirtió en adversario. Pero en el segundo mandato de Aznar regresó otra vez el concepto de enemigo. Y a partir de ahí se empezó a degradar todo. Hoy los políticos usan el 80% de su energía en degradar al otro.

--En todos los partidos.

--En todos. Los partidos políticos ahora mismo huelen a cerrado. Son como una habitación con el aire viciado. En la transición abrieron las ventanas y airearon el aire putrefacto de la dictadura. Pero ahora los partidos están encerrados y nadie es responsable de la basura. Unos y otros se tiran bolsas de basura a la cabeza. La política española es tóxica. Nadie da la talla.

--¿Tenemos algo de culpa los ciudadanos?

--Uf, ¿culpa? No, no, no. Culpa es un concepto muy cristiano.

--La novela destila también desencanto por las nueva generaciones, que no leen periódicos ni van al cine tanto como lo hacían sus padres.

--No, no. Eso depende de dónde ponga usted la cámara. Si la pone un domingo por la mañana en la montaña encontrará allí a muchísimos jóvenes. Ahora bien, si usted pone la cámara solo en el botellón ...

--¿Son los medios responsables?

--Las cámaras, si las dejas sueltas, siempre van a buscar la basura, no se van a un laboratorio de física cuántica.