La actriz (Madrid, 1946) protagoniza junto a Jaime Blanch la comedia ´Un enredo casi familiar´, del inglés Alan Ayckbour, en el Gran Teatro de Cáceres

María Luisa San José acaba de llegar del yoga, que practica diariamente. Alguien llama a la puerta de su casa y a través del teléfono se escucha ladrar un perro. "Ya abrirán", dice jovial.

Sigue contando sobre Un enredo familiar , la comedia del inglés Alan Ayckbour que se representa hoy en el Gran Teatro de Cáceres (20.30) y que protagoniza junto a Jaime Blanch, María Osuna y Jorge Muñoz.

Recuerda también sus años dorados, los de la transición, cuando fue una de las musas del cine de la época. Hoy, con un mayor dominio de sus dotes interpretativas, dice que no hay papeles para mujeres maduras. "Veo series americanas interpretadas por actrices maduras y me da envidia". En el cine, esta situación se ha convertido en una especie de epidemia. "El cine se ha vuelto más juvenil. En Estados Unidos, dos o tres actrices maduras funcionan habitualmente. Para el resto, las prefieren jóvenes".

Ella lo sabe muy bien, porque pasó por esa etapa en los años 70. El de musa "es un cartel que te colocan. No puedes luchar contra eso", reconoce. Pero a la vez se muestra encantada de que puedan reconocerla por sus actuaciones en películas como Los nuevos españoles o Hasta que el matrimonio nos separe . "Claro, es lo que sueña toda actriz. Y ese sueño yo lo viví. Pero detrás había muchos años de trabajo". Ella empezó en el teatro y enseguida sumó el cine, que le dio popularidad. "Pero siempre he querido hacer teatro. Aunque me volqué en el cine, el teatro siempre me esperaba. Cada cuatro o cinco películas que hacía, intervenía en una obra teatral. Eso ha sido para mí un salvoconducto" para cuando el cine empezó a escasear. "Es algo que nos pasa a los actores, uno tiene esos vaivenes".

Los suyos llegaron a partir de mediados de los ochenta. Su presencia en la pantalla se redujo. También en el teatro o la televisión. Pero su trabajo está hecho de constancia, así que no le ha faltado: sea en series (El comisario ), en clásicos teatrales (Edipo en Colono , La tragedia del rey Ricardo III o El caballero de Olmedo ), o en películas (Pajarico o Adiós con el corazón ).

María Luisa San José conoce, pues, muy bien las vicisitudes de toda carrera de actor. "Es una profesión tremenda, dura, que requiere fortaleza física y mental, que te somete a inclemencias, y tienes que subir al escenario, tengas fiebre o haya desaparecido un ser querido, que te obliga a veces a no decir que no. Y a pesar de todo, no conozco a ningún actor que haya pensado en jubilarse".

Una de esas vicisitudes es, por ejemplo, su reencuentro con Jaime Blanch, con quien había trabajado solo una vez, en 1972, en Adiós señorita Ruth , del galés Emlyn Williams. "Me quedó un poso estupendo", dice. Así que el reencuentro fue tremendamente cordial. "Es un ser humano extraordinario", resume la actriz. Y ello facilita la sintonía que sus personajes muestran en escena.

De la obra poco puede decirse. "No se debe contar", porque está construida mediante enredos. Al principio parece que una pareja joven va a casarse; que ella acude a la que parece ser la casa de sus padres... "Es como una película de Hitchcock. El público va descubriendo lo que sucede antes que los propios personajes". Aún así, hace una recomendación: fíjense en unas zapatillas. "Si uno las va observando se sabe por donde va la obra".