He sido abogado toda mi vida y también tuve un bar en San Francisco, que se llamaba Melba, durante 25 años. Las historias tienen distintos orígenes, unas provienen del bar y otras de mi bufete, que Isabel llama la corte de los milagros, porque mi sala de espera siempre está llena de historias esperando para ser contadas".

Quien así se presenta es William C. Gordon, abogado, expropietario de bar, antiguo oficial del ejército estadounidense y ahora, pasados los 60 años, novelista novel. Y, por supuesto, marido de Isabel Allende, una credencial con su doble filo.

"No he querido ocultar eso los dos promocionan juntos el libro, pero está claro que mi trabajo debe sostenerse solo. Por el momento tengo editores en cinco lenguas; eso me da confianza en que saldré adelante como escritor", cuenta.

Duelo en Chinatown (Ediciones B) es una novela policiaca, de giros inesperados, ambientada en el San Francisco de antaño, el de los años 60, que surge de las experiencias de primera mano de Gordon, uno de esos tipos que ha vivido intensamente. La prueba es Un plan infinito , el superventas de Isabel Allende, basado en el material vital de su marido.

AUTOR TARDIO "A la gente le sorprende que me haya puesto a escribir tan tarde --admite Gordon-- pero en realidad sigo los pasos de mi padre, que era pintor y escritor. Yo siempre quise escribir". Isabel Allende reconoce que, inicialmente, no se tomó muy en serio la voluntad de su marido de seguirle los pasos. "Cuando me dijo que quería escribir me burlé de él. Me pareció muy arrogante. Willie me ha visto trabajar durante años y sabe el esfuerzo formidable que cuesta cada libro. ¿Pensaba él que se puede improvisar una carrera pasados los 60? Pero no me hizo caso y siguió escribiendo. Un día llegó con una novela terminada. ¡No lo pude creer! La leí con terror. Esa primera novela tenía problemas, pero mostraba el talento y la perseverancia de Willie. Ahora, tras leer Duelo en Chinatown , ya no me río de él. Ahora lo respeto".

También recuerda Gordon menos condescendencia por parte de los demás a sus primeros pasos. "Escribí una novela sobre un enano pervertido que Isabel y otras personas encontraron terrible y me dijeron que la olvidara en un baúl. Entonces me acordé de un cuento corto, escrito hace muchos años. A casi todos les gustó y me dijeron que lo convirtiera en una novela. Estaba dando vueltas a esa idea cuando vi a un chino albino en Chinatown y de inmediato supe que sería un personaje importante en el libro. A partir de ese momento, como en un puzle, todas las piezas encajaron".

William Gordon escribe a mano en libretas amarillas. Forma parte de un taller de escritura que se reúne cada dos semanas y en el que debe leer 10 páginas de su creación en cada reunión. Eso le empuja a escribir. Podría tener a mano los consejos de su esposa, pero asegura que no hace uso de ese recurso. "No le pido consejo, pero hablamos todo el tiempo de la escritura. Durante los 18 años que hemos estado juntos siempre hemos conversado sobre los libros que ella estaba escribiendo, sobre escenas y personajes. Ahora lo hacemos con mis libros tanto como con los suyos. De esas conversaciones salen ideas, pero no intervenimos en el trabajo del otro".

DOS ESTILOS DIFERENTES De hecho, subraya Gordon, el estilo de uno y otro no se parecen en nada. "No creo que nadie pueda pensar eso". Sin embargo, sí asumió una sugerencia de Allende: centrarse en temas policiales. "Me dijo que, dada mi larga experiencia con la ley y mi fascinación con los temas forenses, era mi campo natural".

Duelo en Chinatown es, en última instancia, una reverencia a San Francisco. "No hay una ciudad más entretenida y bella. Nació en la fiebre del oro de 1850, fundada por bandidos, prostitutas, predicadores, gente aventurera y codiciosa. Sin embargo, es elegante, sofisticada, cosmopolita. Todas las ideas novedosas nacen o terminan en San Francisco. Hay de todo. Y el barrio más pintoresco es Chinatown. Este libro es un saludo a mi ciudad".