El exdirector del Teatro Español de Madrid es Julio César en el montaje de Paco Azorín basado en la obra de Shakespeare que se presentó el pasado martes en Barcelona y que del 24 al 28 de julio podrán ver los espectadores del Festival de Teatro Clásico de Mérida con Sergio Peris-Mencheta, Tristán Ulloa y José Luis Alcobendas, entre otros, en el escenario.

--Se puede leer este Julio César en clave actual?

--Es aplicable a cualquiera que ostente el poder. Orson Welles hizo una versión inspirada en Mussolini. Podría ser un dictador o un cacique sudamericano, o un jefe de gobierno occidental, con la partitocracia como secuestradora de la democracia. Cualquier político que pervierte el lenguaje, que sigue favoreciendo a las castas y los poderes fácticos.

--La obra incide en la perversión del lenguaje por los poderosos.

--Una de las grandes tragedias del mundo occidental es el secuestro al que han sometido los políticos y politicastros al lenguaje. Las palabras se bastardean, se arruinan para un discurso que aplaque a las masas, que encubre las verdaderas intenciones. Eso llega incluso a una contaminación psicológica: algunos llegan a creer lo que dicen y hasta olvidan lo que han maquinado y seguirán maquinando.

--¿Qué tiene el poder que corrompe tanto?

--Significa escapar de la mirada atenta del padre, de la madre, del profesor. Estás tú solo con la conciencia y con la facilidad de apropiarte de cosas de otros. Luego está la épica y la erótica del poder. Esa borrachera de estar resolviendo las cosas de los demás; embriaga más la acumulación de poder que el servicio al pueblo.

--Usted durante ocho años tuvo el poder en el Teatro Español de Madrid. ¿Un breve balance?

--Lo quise abrir a la sociedad plural de Madrid, incluyendo todas las artes escénicas, que parecía que no fueran aptas para el servicio público, y cosas como Faemino y Cansado. Intenté que no fuera mi jardín privado. Dirigí poco.

--¿También acabó acuchillado como Julio César?

--Simplemente se marchó Alicia Moreno y el equipo que me nombró, y los que llegaron no me querían. Sé que hice cosas bien, otras mal y otras que se han quedado en el tintero.

--¿Volvería a dirigir un gran teatro?

--Tendría que ser una aventura ilusionante y que el nivel de acción y de libertad igualara o superara al del Teatro Español.

-¿El Partido Popular piensa cargarse la cultura?

--El PP es una de las cosas peores que le ha pasado a este país en mucho tiempo; y es la derecha más extrema. Hay que seguir presionando. Los gobiernos hacen oídos sordos pero esta profesión tiene gran aguante y afirmación. El teatro seguirá cuando estos políticos ya no estén y sobre ellos caerá todo la responsabilidad por lo mal que lo están haciendo.

--Hay quien piensa que no debería haber subvenciones.

--A veces se da la paradoja de que los clubs privados son más subvencionados que los públicos. Habría que establecer colaboraciones entre la Administración y el sector teatral. La subvención es un palabra fea, a veces se dan de manera indiscriminada. Yo estoy a favor del teatro público y del privado, pero no del privado monopolista que intenta que todo lo demás se hunda. El problema es que la Administración se inventa interlocutores para no tener que discutir con el sector y se van creando monstruos.

--Mercaderes, que dice usted.

--Jesús de Nazaret los expulsó a latigazos del pueblo. Sobran.

--¿Cómo vive en Madrid un catalán el debate independentista?

--Está hablando con un catalán barcelonés orgullosísimo de serlo y que no es independentista. Me molesta muchísimo también el nacionalismo a ultranza españolista. En Cataluña hay una queja excesiva y en Madrid se siente a las periferias como algo que debe estar aplastado. El catalán debería preguntarse qué prefiere si cambiar de amo o cambiar la tendencia de quien le manda.

--¿Parece difícil cambiar de tendencia?

--Lo que es tremendo es que el PP se haya cargado el Estatuto de Maragall y haya salido hace unos años a pedir firmas contra los productos catalanes y ahora diga que les encanta Cataluña. Si hay diversidad pero buena integración, se pueden arreglar las cosas. ¿Un federalismo...? Quizá está llegando tarde. Todo es muy confuso, yo me defino como un barcelo-novomadrileño. Soy un catalán profundamente integrado en Madrid. Cuando dicen que el castellano está en peligro en Cataluña mienten como bellacos, pero hay motivaciones económicas tapadas por reminiscencias imperialistas tremendas.

--¿Es usted un ejemplo de que la entente es posible?

--Somos muchos así, y no por ello negamos nuestra esencia catalana ni la artística española. Creemos en la república del teatro, no en las banderas. Me molestan mucho las banderas, del signo que sean.