Desde ayer y hasta el jueves cuando reciba el Premio Cervantes, Juan Marsé (Barcelona, 1933) está metido en un torbellino de actos públicos en los que se glosa su personal narrativa y su particular mirada a una ciudad y un tiempo histórico, mientras él pelea con el nudo de la corbata, una de las tareas que le tiene preocupado. Ayer, lo llevaba flojo durante la rueda de prensa junto a la ministra de Cultura, Angeles González- Sinde, pero se lo ajustó para el almuerzo con los Reyes. Pero más allá de la formalidad, destacó su sinceridad como creador y su cariño por la palabra escrita.

Hace 50 años el autor de La oscura historia de la prima Montse recibió su primer premio, el Sésamo, por un cuento. Cinco décadas después sigue descubriendo Barcelona. En el libro que escribe la ciudad se muestra en dos tiempos diferentes, el año 1948 y la actualidad. "Un escritor sin memoria no es nada", dijo ayer.

La memoria histórica, individual, transversal...será el eje de su discurso de aceptación del premio sobre el que girarán la imaginación, el cine, el trabajo del escritor. En definitiva, su mundo literario que él ha transmitido en castellano, la única lengua que se pudo utilizar en Catalunya, como él mismo se encargó de recordar, durante décadas en las que también estuvo secuestrada la memoria.

No tensa la cuerda del bilingüismo. Para él es un orgullo poder hablar en dos lenguas y utilizarlas a su antojo. Reconoció en todo caso que puede ser una anomalía escribir en castellano en la medida en que el catalán es la lengua de Cataluña y la lengua materna, pero citó otros casos parecidos: Conrad, Navokov o Kafka. "Me gusta ser un escritor anómalo", señaló el escritor barcelonés. La polémicas sobre si es el catalán o el castellano el que está perseguido le parecen un "disparate", peleas de políticos ajenas a la "lengua que habla el pueblo". Al tiempo que apunta problemas con el idioma en sectores como la sanidad o la justicia, el autor de Si te dicen que caí solo ve un problema para la lengua de Cervantes en Catalunya: que los "nacionalistas construyan un altísimo muro y nos aislen".

Pese a la carga social de sus novelas, Marsé no quiso hacer de ello la bandera de su narrativa. Para él es conveniente una especie de "marginación social" del escritor. "El esmero en el trabajo, en la utilización del lenguaje es la única condición moral del escritor", dijo el escritor que corrige errores pasados cada vez que una de sus obras de reedita.

La relación de Marsé con Cervantes, a través del Quijote, se inició a los 16 años. "En 1949", confesó, "lo leí en el Parc Güell, y se estableció una relación eterna".

Una de las cualidades de la narrativa de Marsé fijarse en los perdedores fue glosada por don Juan Carlos durante el almuerzo con representantes de la cultura.