Tony Curtis quizá no fuera el mejor de los actores --la historia le ha infravalorado y relegado a veces a un papel secundario en el cine de Hollywood--, pero sí estuvo presente en algunos de los títulos más definitorios del cine clásico estadounidense. Con faldas y a lo loco , Los vikingos , Espartaco , Chantaje en Broadway y El estrangulador de Boston , donde acometió registros bien distintos entre la comedia distendida y la comedia cínica, entre aventura amarga y el drama psicoanalítico, son algunos de sus momentos más brillantes en una trayectoria forjada en los grandes estudios, como galán aventurero, arribista o asesino en serie.

Quizá no tuvo el glamur de otras estrellas --aunque su relación con Janet Leigh dio para mucho--, pero sin duda aportó sobriedad cuando era necesario, un tono lúdico cuando el guión lo requería y, sobre todo, la ductilidad como uno de sus mejores atributos. Demostró, sobre todo en títulos como El estrangulador de Boston , un filme de Richard Fleischer realizado en 1968 en el que interpretó al asesino de mujeres Albert DeSalvo, una capacidad sobresaliente para mesurar el drama y expresarse con los mínimos elementos.

Quedaban pocos de su generación. Curtis falleció el pasado miércoles en su casa de Las Vegas, a consecuencia de un paro cardiaco. Tenía 85 años. Ya solo le sobrevive Kirk Douglas, nueve años mayor que él, con quien coincidió en otro filme de Richard Fleischer, Los vikingos , y en Espartaco , de Stanley Kubrick.

Nacido el 3 de septiembre de 1925 en el barrio neoyorquino del Bronx, Curtis se llamaba en realidad Bernard Schwartz. Su nombre artístico disimuló los orígenes judíos cuando empezó a trabajar en el cine, a finales de los 40. Universal, el primer estudio que le contrató, quiso convertirlo en un galán simpático y dicharachero, de pelo engominado e ideal para comedias sin muchas ambiciones o pequeñas producciones de aventuras.

PADRE DE JAMIE LEE CURTIS Pero había algo en Curtis que sugería registros más amplios. En 1953, por ejemplo, dio vida al escapista Harry Houdini en El gran Houdini , donde ya demostró algo más que talento para la sonrisa fácil y el regateo amoroso. En este filme formó pareja con Janet Leigh, con la que estuvo casado entre 1951 y 1962, repitiendo después en amables cintas de aventuras medievales como Coraza negra (1954). De su unión nació la actriz Jamie Lee Curtis, asediada por un psicópata en La noche de Halloween como su madre lo estuvo en Psicosis .

Sin embargo, sería en la comedia donde alcanzaría más popularidad, primero a las órdenes de Blake Edwards en El temible Mr. Cory (1957) y después formando estelar terceto con Jack Lemmon y Marilyn Monroe en Con faldas y a lo loco (1959). Con Edwards repetiría varias veces; en La carrera del siglo (1965) logró, de nuevo junto a Jack Lemmon, reproducir la gestualidad y la comicidad de los cartoons de la época.

Cineastas tan alejados de las convenciones como Alexander Mackendrick se fijaron en él. En Chantaje en Broadway (1957) y No hagan olas (1967) encarnó a dos individuos sin escrúpulo alguno, aunque en la primera lo hizo con registro melodramático y en la segunda imponiendo la comicidad irónica, demostrando una vez más su ductilidad. También fueron tiempos complicados. Curtis acudió en 2000 al festival de Sitges, donde recibió un premio por toda su trayectoria, y entre otras perlas soltó esta: "Los actores me envidiaban porque yo era una competencia demasiado dura para ellos".

No fue solo Mackendrick. En Espartaco (1960), Kubrick exploró lo mejor de Curtis en su composición del esclavo Antonino, protagonista de la célebre secuencia en la que intenta ser seducido por el personaje de Laurence Olivier. El progresista Stanley Kramer le hizo formar pareja con Sidney Poitier en Fugitivos (1958), un drama sobre el racismo. Vincente Minnelli sacó de nuevo a relucir sus mejores dotes para la comedia en Adiós, Charlie (1964). Elia Kazan lo incorporó al reparto testamentario de El último magnate (1976) junto a otras viejas glorias como, Robert Mitchum, y Dana Andrews.

A partir de la década de los años 80 declinó su carrera, pero no su estado de ánimo pese a curas de desintoxicación de drogas y alcohol y operaciones del corazón. En Sitges rememoró sin contemplaciones su relación con Marilyn Monroe, de la que había sido amante, en Con faldas y a lo loco : "En la escena torrida del barco hizo todo lo posible para que yo tuviera una erección. Como soy humano, acabó lográndolo. Así que tengo que decir que besar a Marilyn era como follar con ella, y perdón por la vulgaridad".