El guionista habitual de Alejandro Amenábar estrena su segundo filme como director, el wéstern Blackthorn , con Sam Sherpard y Eduardo Noriega, en los papeles principales.

--¿No le dio un poco de reparo cambiar el final de Dos hombres y un destino , reinventar el mito de Butch Cassidy?

--No, porque es una mera excusa para hablar de una época que cambia, de unos principios morales y, sobre todo, de la vejez. No estamos resucitando a Butch Cassidy para reescribir su historia. Blackthorn es un homenaje, no quiere poner en cuestión el mito, por eso creo que nadie va a ofenderse.

--Tras ver la película, queda claro que nadie habría podido dar vida a Cassidy como lo hace Sam Shepard.

--A mí me daba miedo que Shepard resultara demasiado sofisticado. Es un tipo con un aura literaria e intelectual muy potente y un físico muy estilizado, y Cassidy era todo lo contrario, un tipo bruto y rechoncho. Pero sabía que a él el tema de la película le iba a resultar muy cercano. Además, Sam Shepard vive al margen de la industria. Hoy en día en Hollywood muchos actores se niegan en rotundo a hacer papeles moralmente ambiguos porque creen que su imagen va a quedar contaminada, y me parece un gran disparate. Y Sam Shepard no hace caso de todas esas tonterías.

--Usted mismo es algo así como un outsider del cine español aunque tiene cuatro goyas como guionista. ¿Es deliberado?

--Sí. Si las circunstancias hubieran sido otras quizá hubiera tenido que dar más la cara. Pero como sobre todo he escrito para Alejandro Amenábar, él acaparaba los focos. Y lo agradezco. No me gusta que sepan quién soy. Ahora que ya he salido en varias revistas voy por la calle con la cabeza gacha.

--¿En qué ha cambiado usted desde que debutó como director con Nadie conoce a nadie (1999)?

--Entonces tenía 26 años, y estaba obsesionado por mi carrera. Acepté ese encargo, basado en una novela extrañísima que ni yo mismo entendía, y no funcionó. Luego me cansé de ser un joven ambicioso que se da con la cabeza contra las paredes. He aprendido y he cambiado mucho. Me he quitado los dolores de cabeza de encima y me he relajado.

--¿Cuál será su siguiente paso?

--No sé. Quiero seguir escribiendo. Si no vuelvo a dirigir me da un poco igual, francamente. Hollywood no me atrae en absoluto. Casi estoy deseando que Alejandro Amenábar me llame otra vez para no tener que pensar en ello.

--Es decir, que no le molesta en absoluto que su nombre se siga asociando al de Amenábar.

--Para nada. Que yo esté hoy aquí se lo debo a él. A mí me encargaron Nadie conoce a nadie por mi trabajo en Abre los ojos con él. De él aprendí a entender que esto es una industria.

--Antes de Blackthorn pasó mucho tiempo trabajando en una adaptación de Pedro Páramo. ¿Cómo le afectó que finalmente no se hiciera realidad este proyecto?

--Me dejó muy tocado y muy triste, la verdad, porque es el proyecto con el que yo he soñado siempre. Es como si me hubieran quitado el caramelo de la boca. Teníamos todos los elementos para hacer una película muy hermosa, pero resultaba demasiado cara para rodarse en castellano. Almodóvar o González Iñárritu podrían haberla hecho, yo no. Creo que es lo mejor que he escrito, con diferencia.