Con frecuencia se recurre a los tópicos más manidos para calificar la aparición de un artista al que se sitúa, aun antes de haber pasado por el tamiz de la necesaria experiencia, en el olimpo de los elegidos. Sucede, sin embargo, que la posterior realidad de los hechos acaba poniendo a cada uno en su sitio, salvando contadas excepciones.Mauro Peter es una de ellas. El joven tenor suizo demostró la noche del jueves en su debut en España en la cita de Vilabertran (Gerona) que lo mucho que se ha dicho y escrito de él desde su rutilante despegue, en el 2012, en la Schubertiada de Schwarzenberg, está más que justificado. Su actuación en la Canónica de Santa Maria, interpretando 'Die schöne Müllerin' ('La bella molinera'), causó una verdadera conmoción.

Desde su aparición en el altar del templo junto al maestro Helmut Deutsch (piano) ya se vio que iba a suceder algo grande. Sonaron las notas de 'Das wandern' (Caminar), el primero de los 20 poemas deWihelm Müller que componen el más popular ciclo liederistico deSchubert junto con 'Winterreise' ('Viaje de invierno'), y un silencio religioso se apoderó del templo. Peter, de seductora y poderosa presencia escénica, empezó a desgranar con una voz segura, fresca, limpia, de nítidos agudos e impoluto fraseo, la peripecia de su romántico viaje. La prodigiosa expresividad de este mozartiano intérprete, transmitiendo de forma tan natural como tierna los estados de ánimo de cada uno de los poemas, dejó sin palabras a una conmovida audiencia.

De las diferentes versiones de este ciclo, pocas encontraran una correspondencia tan ajustada entre el espíritu del texto y el lenguaje musical aplicado al mismo como la que ofrecen el cantante de Lucerna y el magistral Deutsch. De entrada, a sus 29 años, se hacen más creíbles la descripción de las esperanzas del joven soñador, la exposición de su inquietante espera amorosa, las decepciones al no ser correspondido, su candoroso diálogo con el interlocutor riachuelo y la desesperada y trágica transición hacia la muerte. Y todo expuesto con una madurez impensable a su edad.

La voz pletórica de lirismo, el catálogo de gestos descriptivos de la pasión o la inocencia y la intensidad de la mirada de Mauro Peter se convirtieron en un arma de expresión masiva de sentimientos y emociones. Fue imposible no sumergirse con él en la luminosidad de los primeros poemas o en la oscuridad de los últimos. Del inquieto entusiasmo de 'Ungeduld' ('Impaciencia'), pasando por el encendido 'Mein!' ('Mía') o el canto al amor extinguido de 'Trockne blumen' (Flores marchitas) viajamos hasta llegar a la tristeza de la muerte deseada de 'Des baches wigenlied' ('Canción de cuna del riachuelo').

La vitoreada acogida final, correspondida con dos innecesarios bises después del esfuerzo realizado, confirmó lo que ya era un secreto a voces en Salzburgo y otros foros. Mauro Peter ha llegado para ser un referente en la interpretación del lied. Bienvenido.